
Desamortización.
Comentamos Marta y yo una carta abierta que la prebostilla saliente ha dirigido a todos sus paisanos (bueno, a una parte minoritaria de ellos, mas bien).
A Marta le han extrañado algunos pasajes del texto y en concreto me ha pedido que le explique eso que dice la prebostilla sobre cómo los que vienen “quieren desamortizar los servicios públicos”.
Vaya palabrejas: “amortizar”, “desamortizar”. ¿Qué significan exactamente? O, mejor dicho, ¿cómo han llegado a adquirir sus diversos significados actuales?.
En la Edad Media se usaba el verbo admortizare, sobre todo para definir el acto de apagar una vela. Admortizar era dar muerte a la llama, retirarla de la actividad.
En sentido analógico, cuando un deudor redimía una deuda, por ejemplo cuando terminaba de pagar la hipoteca por el uso de una tierra, la estaba también, desde el punto de vista del propietario, “amortizando” porque al pagar, era como si se estuviese dando muerte al negocio que hasta ese momento estaba haciendo con la operación el dueño de la tierra.
Por las mismas, en sentido analógico, amortizar era retirar un bien raíz (una finca, una casa…) de la circulación comercial. Esto ocurría, entre otros casos, cuando se donaba cierto bien a la Iglesia, ya que según el derecho medieval, con la donación, el bien quedaba vinculado para siempre a su nuevo propietario (la Iglesia), no pudiendo ser vendido posteriormente. Esto es, el bien donado quedaba “amortizado". Se apagaba su llama en el contexto de la vida mercantil.
Esta utilización del medieval admortizare, nos explica que amortizar signifique en nuestros días varias cosas distintas: a) ir extinguiendo una deuda, b) cancelar una inversión c) anotar en la contabilidad el deterioro periódico de un bien, y d) quitar de la circulación (suprimir) algún puesto en un organismo o empresa. En todas estas acepciones está presente la idea de neutralizar la vigencia económica de algo.
También entendemos que si en el medievo admortizare significaba, como hemos visto, pasar un bien a las “manos muertas” de la Iglesia o los señores feudales, entonces, la palabra desamortización podría significar el imperativo legal de poner esos bienes amortizados en el mercado. Con esto se comprende por qué la famosa Desamortización de Mendizábal tenía ese misterioso nombre: se trataba tan solo de forzar a la Iglesia y al estamento nobiliario a poner en el mercado sus bienes vinculados, o “muertos.” Y dinamizar con ello la actividad económica (otra cosa es que aquello saliese bastante mal).
Cuando la prebostilla saliente dice en la ya famosa carta abierta de anteayer que los nuevos gobernantes que la sustituyen “quieren desamortizar los servicios públicos”, no queda nada claro lo que en verdad quiere decir.
Da la impresión de que nos pone en alerta respecto a un intento de cancelar o privatizar servicios.
Pero si es lo primero, debería haber dicho “amortizar”, justo lo contrario de lo que ha escrito.
Y si es lo segundo, está asumiendo, de algún modo, que hasta ahora buena parte de esos servicios estaban en manos muertas.
Y es posible que en eso, lleve toda la razón.