Dominguitis.
La tristeza de la tarde del domingo es un fenómeno bien estudiado. Está posiblemente relacionado con el drama de nuestros modelos absurdos de relaciones laborales, fuente universal e inagotable de melancolía. En Francia, por ejemplo, más de un 30% de los trabajadores reconocen sufrir el síndrome del domingo triste, con una sintomatología nada baladí (jaquecas, dolores de estómago, taquicardia…). También afecta a los estudiantes universitarios. Hace algunos años, se realizó un interesante experimento en una universidad norteamericana. Se explicó a un grupo de universitarios que el problema de la tristeza dominical era realmente serio, con base fisiológica y que afectaba muchísimo a la práctica totalidad de los estudiantes. Sobrecargaron los experimentadores en esto las tintas. Y el resultado fue que esos estudiantes, al tener noticia de que el problema era más bien universal, mejoraron sustancialmente la forma de afrontar los “blue sundays”. Se atenuó el síndrome. Fue una interesante confirmación de la idea según la cual mal de muchos es consuelo de tontos. Y en cierto modo, el experimento también ilustra la chocante idea freudiana según la cual conocer el origen de un problema mental, puede ser en sí mismo la solución o parte de ella.
