Joludi Blog

Nov 20
Super Ratón
Cuando yo era pequeño (observa que digo “pequeño”, porque “niño”, seguimos siendo, de un modo u otro; solo cambiamos en el tamaño), cuando yo era pequeño, digo, me gustaban los dibujos animados de la televisión tanto como veo que le...

Super Ratón

Cuando yo era pequeño (observa que digo “pequeño”, porque “niño”, seguimos siendo, de un modo u otro; solo cambiamos en el tamaño), cuando yo era pequeño, digo, me gustaban los dibujos animados de la televisión tanto como veo que le gustan ahora a mis hijas, que se interesan apasionadamente por los simplones episodios de Pokemon, pese a la gran oferta de instrumentos alternativos de ocio que la tecnología está ofreciendo a esta generación.


Me acuerdo muy bien de aquellos dibujos. La mayor parte de aquellos “cartoons” eran animales humanizados. En esto, la infancia de la persona imita cuidadosamente a la infancia de la Humanidad y reproduce a escala singular la teoría antropológica del totem. Es otra analogía más entre la especie y el individuo.


Entre aquellos animales humanizados me acuerdo bien del lagarto Juancho, muy gamberro y astuto. De Magila el Gorila, buenazo y tontorrón, con sus pantalones grandotes de tirantes. Del hipopótamo gritón Pepepótamo, vestido siempre de explorador y estornudando escandalosamente con su enorme bocaza. Y de muchos más bichos maravillosos, como el caballo Tiro Loco, la Tortuga D’Artagnan, El Pájaro Loco, La Hormiga Atómica, Correcaminos, Felix el Gato o el elegante y cosmopolita León Melquiades (“Snagglepuss”).


De todos aquellos dibujos animados, mi favorito sin la menor duda era Super Ratón. Se trataba de un personaje lanzado en Estados Unidos para competir, en términos de marketing, y gracias a sus poderes sobrehumanos (sobrerratonianos) con el invencible Mickey Mouse. De hecho, el nombre original de Super Ratón en USA “Mighty Mouse”, el “poderoso ratón”, en un evidente y buscado posicionamiento frente al intratable (por su éxito universal) ratón bonachón y simplote de la Disney.


Es paradójico que los ratones sean a la vez algo que atrae al ser humano y al mismo tiempo le repugna. Pero esta dualidad profunda tiene mucho arraigo antropológico. En la Iliada, al dios Apolo se le llama Sminteo, que significa precisamente rata. Desde el punto simbólico, este nombre sugiere el doble papel que pueden desempeñar los roedores: un rol destructor por una parte (acaban con las cosechas) y un rol protector y tectónico por otra (los papeles curativos y benéficos del suelo).


Así, en el mundo occidental, la rata goza de una mala fama indudable, y se la asocia justamente con la avaricia, la miseria y la enfermedad. Pero al mismo tiempo, bajo un adecuado barniz de márketing, este bichito es capaz de conquistar nuestros corazones, en sus diferentes avatares como Micky Mouse, Super Ratón, Topo Giggio y los millones de hamsters que los niños europeos adoptan como mascotas.


Las cosas son diferentes en Asia (veáse este interesantísimo video sobre el Templo de las Ratas en la India; un lugar en el que los habitantes cuidan y protegen escrupulosamente a las ratas en la seguridad de que no son sino sus antepasados reencarnados). En todo Asia la rata es un animal de buen augurio. En Japón, las ratas acompañan siempre a Daikoku, el dios de la riqueza, y son signo de prosperidad, al igual que en China y Siberia. En Asia, por lo general, es la ausencia de ratas lo que se considera un signo inquietante, pues sugiere extrema pobreza. En la mitología hindú, el ratón (mushaka, en sánscrito) simboliza la rara habilidad de sacar beneficio de los goces aparentes del ser, de sacar provecho de la áscesis y de la penitencia. Para los indios, el ratón es el “atmá” en el interior del corazón, el animal que simboliza la fase subterránea de las comunicaciones con lo sagrado. En Africa, los ratones se utilizan para la adivinación en numerosos pueblos del oeste de ese continente. Los bambara, vinculan los ratones al rito de la excisión de las jóvenes: les dan los clítoris de las muchachas amputadas a los ratones, en la convicción de que el sexo del primogénito de la joven estará determinado por el del ratón que comió su clítoris.
En fin, ahora me entero también (me lo dijo anoche Vicente) de algo muy interesante relacionado con los ratones. Lo ha publicado el mes pasado el Journal of Biological Chemistry.
Se trata de que que un equipo de científicos de Cleveland ha conseguido modificar genéticamente a un grupo de ratones y ha logrado que estos desarrollen poderes propios del genuino Super Ratón de mi infancia. Son ratones mucho más fuertes que los normales, mucho más inteligentes, mucho más resistentes y mucho mas sexys (sus proezas en este último campo quitan el hipo).
Desgraciadamente, según la directora de GeneWatch, Helen Wallace, no se podrá aplicar la misma técnica de modificación genética a los humanos…¿No?. ¡No!
Es una pena, porque yo ya me estaba viendo en el espejo con los mismo poderes que mi añorado Super Ratón de mi infancia.
Me molestan estos científicos con sus inútiles experimentos…Después de todo, ¿De qué vale la ciencia si no me consigue hacer un poco más feliz? Exijo que me conviertan en Super Ratón (o en Super Ardilla, puestos a pedir, pues siempre me ha parecido que la simpática ardilla no viene a ser sino un simple ratón con un buen gabinete de relaciones públicas…)