Joludi Blog

Sep 30
Cabellos largos y carta a los Corintios.
Mi hija mayor se enfadó el otro día, y con razón, cuando se enteró de que un atrabiliario filósofo teutón (Schopenhauer, por más señas) decía aquella boutade tontorrona de que la mujer es “animal de cabellos...

Cabellos largos y carta a los Corintios.

Mi hija mayor se enfadó el otro día, y con razón, cuando se enteró de que un atrabiliario filósofo teutón (Schopenhauer, por más señas) decía aquella boutade tontorrona de que la mujer es “animal de cabellos largos e inteligencia corta”.
Pero le digo a mi hija que lo interesante no es comentar este irrelevante exabrupto del pensador borderline por excelencia, sino meditar un poco el misterio cultural que está detrás. O sea ¿por qué los hombres llevamos miles de años con el pelo más bien corto y las mujeres con el pelo más bien largo?
Le expliqué a Mercedes que quizá haya que remontarse, como en tantas otras cosas relacionadas con nuestra forma de ser, actúar y pensar (o no pensar) a San Pablo. El de Tarso, siempre obsesionado con los temas del sexo, quería imponer a los gentiles la costumbre ancestral de las mujeres judías de cubrirse púdicamente el cabello, un sencillo expediente para disminuir drásticamente su atractivo sexual (algo que sigue en voga en nuestros tiempos en medio mundo). Lo de cubrirse el pelo-pensaba Pablo- también era una buena idea para definir mejor las diferencias de género, que a él tanto le preocupaban. Por eso, en su carta a los Corintios (Primera de Corintios, 11, un texto que es todo pura carne de psicoanalista), San Pablo dice que “el hombre no debe rezar con la cabeza cubierta, pues el hombre es imagen y reflejo de Dios…” (que sin duda no lleva sombrero, me permito añadir yo a las palabras literales del apóstol). Ahora bien, San Pablo continúa diciendo a sus seguidores Corintios que con la mujer las cosas cambian. La mujer debe llevar algo en la cabeza como “muestra de su sujección al hombre”. Por eso, nos dice el apóstol:“es una afrenta para el hombre la cabellera, mientras que es una gloria para la mujer la cabellera…porque a la mujer en lugar del velo la naturaleza le da el cabello” Ahí está todo. De ese textito un tanto incoherente nace una tradición de 2.000 años que mi hija no acaba de explicarse y de la que el extravagante misógino de Schopenhauer saca punta. Una tradición que se consolida en el siglo IV d.c, cuando el Imperio se cristianiza, pues el pelo corto entre los soldados (otra tradición duradera) ayudaba mucho a diferenciar a los legionarios de los velludos bárbaros (por otra cosa no podía ser, pues el ejército ya estaba por entonces lleno de soldados “bárbaros”). Ya seis siglos antes, Alejandro Magno había exigido a sus tropas un recorte permanente de sus atributos pilosos, para evitar desventajas en el cuerpo a cuerpo. Y sin duda, los cazadores del neolítico también aprendieron a hacerse moños, como los toreros, para evitar que el cabello impidiese eventualmente la visión durante la agitación de la caza.
Todo encaja desde el principio:lo teológico y lo operativo. Los valores y las técnicas de dominio. Las costumbres y los mecanismos de poder. Como casi siempre.


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