Un inmenso vacío.
En el pasado mes de agosto, los radioastrónomos informaron que había detectado el gran vacío, el vacío definitivo, el padre de todos los vacíos.
A casi mil millones de años luz de distancia, en la constelación de Eridanus, los telescopios encontraron un agujero de la realidad de dimensiones inimaginables. Un colosal montón de nada.
Según el equipo de astrónomos de la Universidad de Carolina del Norte, este descomunal vacío, más grande que cualquier otra cosa conocida hasta la fecha, es simplemente la primera evidencia real de que existe otro Universo, tal como los físicos teóricos había predicho. Un vacío así de grande no puede explicarse con las reglas conocidas de la cosmología y parece responder mejor a los sofisticados modelos físico-matemáticos de las “Supercuerdas”.
La Teoría de las Supercuerdas sostiene que debe haber no uno, sino 10 seguido de 499 ceros universos, siendo el que vivimos uno especialmente grande tan solo.
Esta Teoría había empezado a dejar de estar de moda últimamente, dado lo complicado de probar sus postulados. Sin embargo, el hallazgo del Gran Vacío en la constelación de Eridanus, parece que ha hecho que la comunidad científica haya vuelto a considerar este modelo con la mayor seriedad, como una posible, modesta, aproximación a la insondable realidad cosmológica.
Por mi parte, me quedo mudo ante estos hallazgos. Ya me parece un número incalculable el del saldo pendiente de mi hipoteca que consulto cada mes, así que eso de un 1 seguido de 500 ceros me deja un tanto frío. En cuanto al gran vacío, tampoco me llama demasiado la atención. Uno se encuentra con él con sólo conectar la televisión un domingo cualquiera por la tarde.
