Joludi Blog

Dic 16
La cocinera avariciosa.
“Un día, un famoso y sabio brahman, Rajmanun, paseaba cerca de una casa en la que una mujer cocinaba una sopa. El brahman se sintió atraído por el delicioso aroma y se acercó hasta el fuego donde hervía aquel grato alimento....

La cocinera avariciosa.

“Un día, un famoso y sabio brahman, Rajmanun, paseaba cerca de una casa en la que una mujer cocinaba una sopa. El brahman se sintió atraído por el delicioso aroma y se acercó hasta el fuego donde hervía aquel grato alimento. Durante unos instantes, el sabio permaneció envuelto en los aromáticos vapores que salían de aquella olla. Para el espíritu refinado del brahman Rajmanun, la simple evocación de todos esos sabores, combinando más de doce sabrosas verduras y seis especias riquísimas, entre las que destacaba el azafrán y el coriandro,  le producía tanta satisfacción como si hubiese degustado en verdad una buena taza de la sopa, hasta tal punto es el poder de la mente humana para los que saben sacarle todo su partido.
La dueña de la casa se dio cuenta enseguida que aquel hombre absorto en el olor de su sopa era nada menos Rajmanun, el sabio brahman al que hasta el mismísmo rey pedía consejo. Y pensó que podría sacar partido de la visita. Así que, sin ningún respeto, en lugar de ofrecerle una buena taza de su sopa al gran hombre, la mujer decidió pedirle unas monedas al brahman como compensación por la sopa que con tanta fruición había estado oliendo.
-¡Has de saber que no he tomado ni una gota de tu sopa, buena mujer-replicó calmadamente el brahman.
-Es verdad. Pero te he visto saboreando largo rato el vapor de mi olla. Y has de pagarme por ese intenso placer que te he proporcionado-contestó la dueña de la casa.
El brahman se quedó en unos segundos meditando. A su mente llegaron pensamientos sobre el poder que ejerce la avaricia sobre los hombres y lo escarpado que es el camino de la generosidad. Al cabo de unos minutos respondió.
-Tienes razón buena mujer, yo he disfrutado de tu sopa y tienes derecho a una compensación. Así que como pago por haberme permitido oler tu guiso, yo te permitiré escuchar el sonido de mis monedas.
Y el brahman sacó una pequeña bolsita llena de monedas y la agitó ante la avariciosa mujer. Luego, retomó su camino sin decir ni una sola palabra.”