Joludi Blog

Jul 25
Cuentos infantiles.
Muchos de los cuentos de los hermanos Grimm, de cuya publicación celebramos este año el bicentenario, son no solo inapropiados para la mente infantil, sino sencillamente siniestros. La razón es que los Grimm eran ante todo...

Cuentos infantiles.

Muchos de los cuentos de los hermanos Grimm, de cuya publicación celebramos este año el bicentenario, son no solo inapropiados para la mente infantil, sino sencillamente siniestros. La razón es que los Grimm eran ante todo lingüistas (estuvieron a punto de crear un Diccionario alemán tan importante como el Oxford Dictionary, pero se quedaron en la F). Eran ambos filólogos de primer nivel, más interesados en los valores lingüísticos de aquellos relatos populares que ellos iban rescatando de la tradición oral, que en su puro contenido narrativo o en su conveniencia como literatura infantil.

Un buen ejemplo de lo inadecuado de esos cuentos “de Grimm” es el relato denominado “El Niño Obstinado” (Das eigensinnige Kind). También es este relato uno de los más cortos, apenas diez líneas.

Habla de un niño (o niña, porque no se define bien, lo cual añade terror al terror) que es muy tozudo y siempre hace lo que quiere, pese a los denodados esfuerzos de sus padres (¡o incluso de los médicos…!) para hacerle entrar en razón. Como no hay manera de encauzarle, el buen Dios le hace enfermar y seguidamente, se toma la decisión de enterrarle (¿vivo?). Pero el niño, una vez bajo tierra, se empeña en sacar un brazo fuera. Y esto ocurre una y otra vez, a pesar de que se vierte continuamente tierra sobre la mano rebelde. Finalmente tiene que ser su madre la que vaya hasta el cementerio y golpee el brazo de su hijo enterrado con una vara. Hecho esto, el niño ya se resigna a permanecer tranquilo en su tumba. Punto final. Fin del cuento. Terrible ¿no?

Pues lo curioso es que estos cuentos, siniestramente cautelares (en este la idea cautelar sería que es mejor no ser rebelde, pues de otro modo te acaba enterrando vivo tu propia madre, a golpes de vara), han formado parte indisoluble de la formación de los alemanes prácticamente desde su publicación. Y, más aun, los nacionalsocialistas germanos vieron en las narraciones de Grimm una quintaesencia de los valores del pueblo alemán (!). Es difícil creerlo, pero es así. Durante el Tercer Reich, los nazis decretaron que esta colección de cuentos, la “Kinder und Hausmärchen der Buder Grimm” debería estar obligatoriamente presente en todos los hogares alemanes.

Tal vez Hitler y sus adláteres pensaban que los valores de rigor, dureza, tradición, jerarquía y sufrimiento resignado, que impregnaban los cuentos de Grimm, deberían contribuir también a consolidar el mayor auge y superioridad de pueblo alemán.

Hoy me he acordado de todo esto viendo por enésima vez a la opulenta Alemania golpeando con su vara a los estados europeos agobiados por la deuda. Estados que intentan sacar la mano desde el interior de su tumba financiera. En vano. Alguien acude a golpear esa mano y enterrar definitivamente al que pide ayuda.

Sí, me he acordado específicamente del cuento de “El Niño Obstinado”. De cuál si no.

Y pienso que, a lo mejor, la canciller Angela Dorothea Kasner (indebidamente conocida como la canciller Merkel) tenía en su casa familiar, en Templin, al norte de Berlín, algún viejo ejemplar de esos cuentos que Hitler forzó a todos los alemanes a comprar.

Y quizá uno de sus cuentos favoritos era precisamente esa cosa espantosa de El Niño Obstinado, enterrado vivo por su madre, a palos…

Quién sabe. El alma humana es insondable. Y más si es teutona.


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