
Hiroshi Hara.
Kyoto es el paraíso de la arquitectura japonesa. Necesitarías meses para visitar, siquiera sea superficialmente, sus centenares de templos y palacios. Te quedas con la boca abierta admirando esas colosales catedrales de madera que parecen tener más solidez que el más robusto de los hormigones.
Sin embargo, paradójicamente, la primera y la última impresión que te llevas de Kyoto es la fabulosa muestra de arquitectura contemporánea que constituye la estación de tren de la ciudad imperial. Es la obra maestra de Hiroshi Hara, el gran arquitecto japonés. Su tamaño es descomunal. Su diseño, impactante. Pero lo que más impresiona es que se trata de arquitectura que “funciona”. Todo parece perfectamente ordenado en la estación. Todo está a mano. Todo es de fácil acceso.
Los japoneses pueden estar orgullosos en materia de arquitectura de vanguardia. Pero tengo la sensación de que no se pasan de vanguardistas. Sus edificios, por innovadores que sean, parecen siempre prácticos y habitables, por encima de cualquier otro rasgo. Me hace recordar esto, por contraste, los innumerables ejemplos de arquitectura patológica, tan de moda últimamente. Como el desastre de la incomodísima Terminal 4 del Aeropuerto de Madrid, una muestra perfecta de construcción idiota, hecha sólo para impresionar al personal, y nula completamente desde el punto de vista práctico. O el Quarto Ponte sul Canal Grande, de Calatrava, que despierta cada mañana las iras de los venecianos y que ha arruinado al consistorio de la ciudad del Dux. O el Millenium Dome de Norman Foster en Londres, que se ha diseñado sin prever los golpes de viento que aterrorizan a los que están dentro. O el mismísimo Guggenheim bilbaino de Gehry, que puede que sea llamativo, pero que resulta totalmente incompetente como sede para exposiciones de arte. Por cierto que Gehry también acaba de meter la pata con su cacareado diseño de las nuevas instalaciones del MIT en Massachussets. Son tan malas que los profesores se han revelado y han decidido volver a las aulas y los despachos antiguos.
La primera obligación de la arquitectura es que sea habitable. Luego puede venir todo lo demás. Los japoneses saben de esto. Los de hace quinientos años y los de ahora, como el genial Hiroshi Hara.