Joludi Blog

Mar 25
Sayonara.
Dejo en unas horas Japón. Qué pena. Uno necesita mucho más tiempo que una semana para comprender siquiera un poco esta cultura tan especial. Además, me voy justo cuando empiezan a florecer tímidamente los cerezos, como el que ví hoy en el...

Sayonara.

Dejo en unas horas Japón. Qué pena. Uno necesita mucho más tiempo que una semana para comprender siquiera un poco esta cultura tan especial. Además, me voy justo cuando empiezan a florecer tímidamente los cerezos, como el que ví hoy en el maravilloso palacio de Himeji, cuyos pétalos empezaban a nacer sobre el pozo junto al cual se celebraban los harakiri rituales.

Bueno, lo cierto es que me conformo con el privilegio de haber atisbado un poco el misterio de este país. Ya vendré otro día.

Y digo encantado sayonara a los nipones. Qué gente magnífica, inteligente, educada, cordial, trabajadora, cívica…Como Korika, o el Doctor Tatts del Hospital de Hiroshima o las innumerables personas, guardias, conserjes de hotel, dependientes de tienda, revisores de tren y un interminable etcétera que me han ayudado como buenamente han podido para hacerme más fácil mi visita.

Grandes tipos los japoneses. Lástima que estén tan encorsetados y tengan un sentido tan excesivo de la verguenza y de la tradición. Pero son maravilllosos.

Sayonara! (aunque ellos casi nunca dicen adios así; es demasiado formal; les extraña cuando lo dices tú.)

Por cierto que según he averiguado, bien podría ser que el gesto de mover la manos para decir adiós, que en Europa y Asia tiene un significado unívoco (no así en Africa; en Nigeria es un grave insulto), tenga origen japonés. He leído que en la religión sintoista, el sonido de las mangas del kimono al moverse, tiene capacidad para invocar a los dioses protectores de los viajes.

Sea como sea, que esos mismos dioses sintoistas me ayuden a hacerme más corto el largo viaje de vuelta y a sobrevivir a la comida infernal de los aviones. No creo que puedan tanto.