Joludi Blog

Abr 2
Diccionarios.
En la calle Gaztámbide de Madrid, creo que esquina con Fernandez de los Ríos, existe una maravillosa librería especializada en Diccionarios. Diccionarios de todo tipo. Desde el Diccionario de entomología hasta el de términos técnicos...

Diccionarios.

En la calle Gaztámbide de Madrid, creo que esquina con Fernandez de los Ríos, existe una maravillosa librería especializada en Diccionarios. Diccionarios de todo tipo. Desde el Diccionario de entomología hasta el de términos técnicos del oficio de la alfarería, por ejemplo. Es un mundo. Anteayer le pregunté al dueño cuántos diccionarios tenía y no me supo contestar. Me dijo que tal vez tres mil o más. Incluso, muy ufano, me habló de que tenía un Diccionario de Diccionarios. Todos los diccionarios existentes, todos sin excepción, estaban ahí. Y me lo mostró orgulloso.
–Mmm, un Diccionario de Diccionarios…¡Muy interesante!. Pero dígame, usted–le pregunté–ese Diccionario que detalla todos los Diccionarios…¿se incluye a sí mismo o no?
–No le entiendo, replicó, manteniendo la simpatía con la que me había atendido durante el último cuarto de hora de charleta.
–Muy sencillo, me pregunto si en ese Diccionario, que enumera todos los diccionarios existentes, figura relacionado también el Diccionario de los Diccionarios.
–Pues…no sé. Supongo que no. ¿Por qué habría de hacerlo? Al fin y al cabo ya lo tiene usted en la mano. No hay razón para citarlo–me contestó el librero. Sería sumamente presuntuoso por otra parte, eso de incluirse a si mismo en la relación.
–Ya, ya veo. Pero entonces no me negará usted que no podremos declarar que este Diccionario incluye todos los diccionarios; le falta uno. Falta este mismo diccionario.
En ese momento, el librero empezó a mirarme con cara rara. Comenzó a tener la sensación de que a mí me faltaba algún tornillo.
–Muy bien–me contestó–si usted se queda tranquilo, desde ahora describiré este Diccionario como el Diccionario de todos los Diccionarios que no se incluyen a Sí Mismos. ¿le parece bien?
–A mí me parece bien, pero no le parecería tan bien a un formalista lógico.
Llegados a este punto, el librero se ponía evidentemente nervioso. Eran las ocho de la tarde y empezaba a ver difícil librarse de este loco.
–¿Qué quiere decir?
–Muy sencillo–repuse–. Si este Diccionario incluye a todos los Diccionarios que no se incluyen a sí mismos y a ninguno de los que sí se incluyen a sí mismos, está claro que él mismo no se incluye a sí mismo, y por lo tanto deberá incluirse a sí mismo, lo que nos lleva a una contradicción flagrante….¿es que no lo ve?
–Mire, la verdad es que se ha hecho un poco tarde y tengo que hacer compras antes de llegar a casa–me dijo con expresión condescendiente–Venga otro día y continuaremos este interesante debate.
Y así, de una manera tan poco científica, concluyó mi visita a la estupenda librería de los Diccionarios, de la calle Gaztambide, dirigida por un amable librero, poco amante de las disquisiciones y sutilezas lógicas.
Yo salí a la calle melancólico. El sol se estaba poniendo más allá del Parque del Oeste. Caminé hacia la luz decadente pensando en que Bertrand Russell y yo, seremos siempre dos incomprendidos.