Hace unos días, han aparecido caballitos de mar en el Támesis. ¡Caballitos de mar! Sí, allá por donde se juntan fatalmente todas las fábricas del mundo, en ese emporio triste e inmenso de muelles y galpones, allá se han visto cabalgando sumergidos a los líricos caballitos marinos. Dicen que el inusual hallazgo se debe a la creciente limpieza de las aguas de este río tan ancho y tan inhumano, en cuyo cauce gris aún creo que están impregnados los espectros de los personajes de Defoe, Dickens o de Conrad. Pero a mí me parece que la explicación de estos inesperados caballitos debe estar más bien en la poesía…La poesía, que se obstina en ocupar incluso los espacios más sórdidos, a poco que nos descuidemos.