
Tiempo Elástico.
En una escena de Rocco y sus Hermanos, Nadia le explica a Rocco que los quince meses en la cárcel se le han pasado en un instante. “Los días pasan rapido cuando son todos iguales”, le dice la soberbia Annie Girardot a un insípido Alain Delon.
Del mismo modo, hay toda clase de referencias a la elasticidad del tiempo en sentido opuesto. Un condenado a muerte en el momento de ser fusilado que ve toda su existencia encapsulada en un minuto; un infeliz que cae desde una azotea ve su vida completa proyectándose en su mente a medida que va descendiendo hacia la superficie, en un desplome de apenas unos segundos, que sin embargo a él le resultará eterno…
De un modo u otro, el cerebro humano, que es una máquina de asombrosa precisión para tantas cosas, parece comportarse de una manera absolutamente caprichosa al evaluar el tiempo. Unas veces la monotonía se hace interminable, otras veces, como dice la Nadia de Visconti, esa misma monotonía hace que los días se deslicen a gran velocidad.
Todo esto es un gran misterio. Y ahora, hay muchos neurólogos intentan desentrañar el por qué de nuestra gran incompetencia para medir con exactitud el paso del tiempo. Es un nuevo campo de investigación que se denomina “cronopsicología”.
Pascal Wallisch, de la Universidad de Chigago, es uno de estos expertos obsesionados por entender el tiempo subjetivo. Su hipótesis es que cada segundo que pasa representa una oportunidad de vida para nuestro organismo. Si yo soy un cazador en la savana africana y pasan los días sin que aparezca una presa, la ralentización del tiempo subjetivo servirá de alerta para que yo “me ponga las pilas”. Se me hará insoportable el paso de las horas. Sin embargo, si encuentro comida en cada rincón, las horas me pasarán como si fueran minutos. Mi percepción del tiempo me estará recompensando por mi habilidad para encontrar cazaderos repletos.
La idea es interesante. Al menos avala la convicción de que la existencia se hace mucho más llevadera si somos capaces de vivirla con la mayor intensidad posible. Y esto es así desde que eramos cazadores en las llanuras africanas. Es el viejo principio de saber vivir a fondo el tiempo presente.
Lo que los romanos enunciaban con la frase “carpe diem”.