Joludi Blog

Abr 19
Las mujeres y el cristianismo.
Durante estos días de visita de Benedetto Sedicesimo (como le llaman en Italia) al imperio yankee, ha habido mucha gente allá que ha exigido al Papa más flexibilidad en el tema del celibato de los sacerdotes.
A mí me...

Las mujeres y el cristianismo.

Durante estos días de visita de Benedetto Sedicesimo (como le llaman en Italia) al imperio yankee, ha habido mucha gente allá que ha exigido al Papa más flexibilidad en el tema del celibato de los sacerdotes.

A mí me resulta un tema de lo más interesante. Por lo paradójico.

El cristianismo nació como un poderoso movimiento social apoyado sobre todo por las mujeres de las clases humildes del imperio romano.

Para aquellas esposas, el cristianismo, con su defensa de la monogamia y la solidaridad entre las familias, era una idea más que atractiva. Una puerta de esperanza frente al infierno que representaba la vida en el Imperio.

Más adelante, durante la Edad Media, el cristianismo se expande por Europa también gracias a las mujeres que alimentan el fuego de la fe en cada hogar. Pero esta vez el protagonismo lo tienen también las mujeres nobles, especialmente las reinas, que influyen incansables en sus cónyuges para que abracen la fe de Cristo. El interés de las damas principales por que sus esposos abracen el catolicismo es obvio, ya que esta religión las protegía frente a un posible repudio y además garantizaba el pacífico ejercicio del derecho a heredar por parte del fruto de sus vientres.

Así que en dos momentos claves, esto es, durante la emergencia del cristianismo y luego durante su expansión, las mujeres fueron un factor clave de los inmensos cambios sociales que fueron dando forma a la sociedad medieval y moderna.

Santa Elena es quien convence a Constantino, Emperador de Roma de apoyarse en ese extraño pero poderoso movimiento social de los cristianos, y es ella la responsable de que el cristianismo deje de ser una creencia alternativa y se convierta en el equipaje ideológico del poder romano. Quien consigue la conversión del rey francés Clodoveo al catolicismo, sentando las bases de una Europa católica, es ni más ni menos que su esposa, Santa Clotilde, ayudada por el Obispo San Remigio. Y así sucesivamente.

Aún hoy en día, cuando tanta fé se ha apagado por todas partes, tú entras en una Iglesia un domingo y ves que más de las tres cuartas partes de los feligreses son mujeres.

Lo curioso es que después de tantos servicios a Roma, esta se obstine, siglo tras siglo, en mantener a las féminas en una posición de marginación.

Después de haber contribuido de tal manera a su poder terrenal, a lo mejor no estaría mal que Ratzinger les reconociese a las mujeres algún derecho que otro. ¡Que tome buena nota del ejemplo de Zapatero y sus ministras!