
El arte de la sisa.
Hasta el siglo XVIII, en Madrid y en toda Castilla había carnicerías con sisa, para pecheros. Y carnicerías sin sisa.
¿Qué quiere decir esto?
Pues que los nobles, que por privilegio no pechaban (esto es que no pagaban impuestos), tenían derecho a comprar carne en carnicerías en las que un kilo de filetes era un kilo de filetes.
En cambio, la gente sencilla, que sí pechaba, estaba obligada a comprar la carne en establecimientos donde un kilo pesaba, digamos, 900 gramos. La diferencia era un impuesto indirecto.
Este tipo de impuestos indirectos se llamaban “sisa” que es un palabra que viene del latín “assedere” y está relacionada con la renta de las personas, esto es con las características del lugar en el que tenían su casa, o sea con su “asentamiento”
La palabra “sisa” ha quedado como una expresión para referirse a la picardía de quedarse con algo del dinero ajeno que se lleva al mercado con el encargo de comprar. O simplemente para quedarse las vueltas de una compra.
Pero, ciertamente, en su origen, la sisa era tan sólo una forma de impuesto indirecto que sólo obligaba a los pecheros, esto es a la gente sencilla. Pechar viene de “pactar” porque en las regulaciones que establecían los impuestos, cada párrafo se empezaba con el latiguillo “item es pacto y condición”, sugiriendo que el impuesto era algo pactado entre la autoridad y el contribuyente, lo que no era verdad, por supuesto.
A mí esto de la sisa me parece un sistema ingenioso de cobrar impuestos. Como la gente compraba un kilo de carne, y le daban en principio un kilo de carne (puramente nominal), quedaba un tanto atenuado la sensación de que la autoridad te estaba en verdad robando.
Me recuerda esto a aquel que decía que no le importaba la subida del precio de la gasolina. “Total”l-decía-”yo pongo siempre 30 euros y me da igual que suba”.