Joludi Blog

Abr 21
Con la bendición de Dios.
Benedicto XVI ha pedido perdón públicamente por los delitos sexuales cometidos por los sacerdotes norteamericanos, que han dejado a las instituciones católicas norteamericanas en la más absoluta ruina moral y económica.
Me...

Con la bendición de Dios.

Benedicto XVI ha pedido perdón públicamente por los delitos sexuales cometidos por los sacerdotes norteamericanos, que han dejado a las instituciones católicas norteamericanas  en la más absoluta ruina moral y económica.
Me parece muy bien esta solicitud de perdón, y viene a complementar el otro gran gesto  de la Iglesia, solicitando perdón por la actitud pasiva de la jerarquía católica frente al Holocausto. Esta petición de perdón fue promovida también por Ratzinguer, quien sabe si por algún sentido de culpa por haber vestido en su juventud el uniforme de la Wehrmacht y por haberse alistado voluntario en las Juventudes Hitlerianas.
En relación con el nazismo, a Ratzinger le queda aún mucho por hacer. Ojalá se atreva. El más que nadie tiene la obligación moral de sacar completamente a la luz la terrible historia de la complicidad del Vaticano con el Reichstag (¡al fin y al cabo, Roma apreciaba en su justa medida que el Führer fuese católico bautizado y que su madre hubiera sido una beata de tomo y lomo!). Una complicidad que cuando las cosas se pusieron mal para el Eje, se travistió del más hipócrita neutralismo. Por ejemplo, en 1943, los nazis torturaban y masacraban masivamente a los romanos a sólo unos metros de la confortable residencia del Pontífice. Esto era así y todos lo sabían, pero no salió de la boca de Su Santidad ni una sola palabra de condena. Sólo cuando las SS fusilaron de golpe a más de 300 italianos, en las Fosas Ardeatinas, el impío Pío se atrevió a hacer alguna tibia declaración. Y fue una de las declaraciones más viles que se pueden imaginar pues comenzó por condenar las provocaciones de los resistentes italianos a los nazis, para luego limitarse a lamentar el “sacrificio” (sic) de las víctimas fusiladas por los nazis. ¡Sacrificio! Hasta el último momento, Pío fue un excelente anfitrión para los criminales nazis. La víspera de la llegada de los aliados a una Roma aterrorizada por los crímenes nazies, al atardecer, este Papa merendaba tranquilamente en sus aposentos del Vaticano. ¿Con quién? Con el General Wolff, el jefe de las SS en Roma, que solicitaba al Pontífice su ayuda para garantizar una confortable salida de las tropas nazis de la Ciudad Eterna. Y esa ayuda, como tantas otras, la consiguió.