
Lombroso y Arniches.
Hace bastante más de un siglo, un médico y criminólogo de Turín, Ezequías Marco Lombroso (en la foto), elaboró una teoría que se hizo famosa, según la cual los delincuentes llevaban en la cara sus tendencias malhechoras. Bastaba analizar cuidadosamente la forma de la mandíbula, la nariz u otros rasgos fisiognómicos, para llegar a conclusiones irrefutables sobre la propensión a delinquir del sujeto en cuestión.
Para Lombroso, la “antropología criminal”, como así le gustaba llamarla, era una ciencia exacta. Una disciplina científica que realmente dejaba poco espacio al albedrío y, por ende, al sentido de responsabilidad. El criminal era siempre o casi siempre un criminal nato, tal como indicaban los rasgos de su cara.
El lombrosianismo no tardó mucho en ser una teoría desacreditada, pero durante mucho tiempo fue algo sumamente popular en toda Europa.
Ahora surge con fuerza un nuevo y divertido tipo de lombrosianismo, aunque sin relación directa con la delincuencia. Se trata de las nuevas teorías del endocrinólogo belga Thierry Hertogue, que ha publicado un best seller llamado “La Dieta Hormonal” en el que cree demostrar que basta mirar la cara de una persona para saber de qué pie cojea, bioquímicamente hablando. Si tiene arrugas largas y profundas, eso es que anda escaso de la hormona del crecimiento. Si la expresión parece envejecida, eso es que falta melatonina. Y así sucesivamente. Hertogue analiza los rostros de personajes famosos como Churchill, Teresa di Calcutta o Evita Perón y deduce de sus rasgos y de los niveles hormonales que de ellos se derivan, toda clase de detalles respecto a sus respectivas peripecias vitales.
Lo interesante del planteamiento de este doctor es que al menos no recomienda ninguna medicina ni tratamiento especial. Se limita a decir que la comida debe ser nuestra mejor medicina (una idea muy vieja y muy acertada). De hecho, sostiene que mejorar los hábitos alimenticios puede constituir un verdadero “lifting” sin bisturí. Comencemos a comer mejor, y nuestra cara estará radiante como la flor de un rododendro en el albor de la primavera. Exagerando un poco, viene a sugerirnos que si equilibremos nuestra dieta estaremos en condiciones de hacer cosas tan grandes como los personajes famosos que he mencionado arriba.
No me lo creó. Como tampoco me creí nunca las teorías lombrosianas. Las cosas deben ser bastante más complejas. No creo en casi ningún tipo de fatalismo. Ni el de los huesos del cráneo ni el de las hormonas.
Mi escepticismo frente a estas variantes de determinismos me hace recordar un divertidísimo sainete de Arniches, escrito durante la época en la que el lombrosianismo hacía furor en todo el mundo. En este sainete, dos “guindillas” (guardias) llevaban preso a un chiquillo “chorizo”. El más joven de los guardias, avezado en los arcanos de Lombroso, sostenía que era evidente que estábamos ante un delincuente, a partir del análisis riguroso de sus rasgos. La conversación era genial:
-Minguez:….es una ciencia nueva que ha salido ahora, ¿sabes?, que le dicen…aguarda que me recuerde…La…Entropometría, o una cosa así.
-Requena.-¿Y de qué dimana eso?
-Minguez.-Pues es un tratao, ¿sabes?, que lo lees, después que lo estudias coges a un endividuo cualesquiera y ná más que le tientes la cabeza y le midas las narices conoces si es criminal o no es criminal.
En cambio el otro guardia, más viejo y sabio, le replicaba que si el hombre había transgredido la ley, sería más que por la forma de su mandíbula por las circunstancias en las que se desarrollaba su triste existencia: hambre, frío, miseria e incultura. Más adelante, en el sainete, se analiza este tema.
-Requena.-(A Mínguez.) ¿Estás viendo cómo no hay creminalidad nativa, so buche?
-Minguez.- Entonces, ¿por qué roba este, por qué es reincidente, vamos a ver?
-Requena.- Pues porque el que no puede ganarlo, o no le han enseñao a que se lo gane, cuando tiene gazuza y ve un panecillo tira con él…, tenga las narices como las tenga.
Yo creo que el tema está claro. Tenga las narices, o las hormonas, como las tenga.