El divino derecho de propiedad.
Hace un par de fines de semana, caminando melancólicamente (cómo si no) por los jardines de la Quinta das Lagrimas, me dio por meditar sobre el hecho de que el origen, próximo o remoto, de toda propiedad está, querámoslo o no, la rapiña. Me vino esto a la cabeza por la misma palabra “quinta”, que significa mansión o propiedad rural. El caso es que resulta ser vocablo relacionado directamente con el botín de guerra. Tiene su origen en el medievo y se relaciona con la atribución de una quinta parte del botín a los caballeros cristianos que participaban en la victoria y el saqueo sobre los musulmanes (ellos hacían exactamente lo mismo, por cierto y quizá fueron precisamente los que dieron la idea a los cristianos, como señala Americo Castro en un sesudo estudio sobre la pseudomorfosis de quinta y otras palabras castellanas).
Eso sí, una vez arrebatada la quinta, se defendía ya con uñas y dientes, como propia por derecho divino. En el Cartulario de Liébana leemos por ejemplo: “Et si quis de ipsa nostra quinta fraudare quescierit, descendat super eum runfea celestis” (y alguien nos quisiere despojar de nuestra quinta, que descienda sobre él la ira celestial…)
