Joludi Blog

Ene 28
Lectura.
Suelo hacer ejercicio mirando series de TV, para no aburrirme. Pero últimamente, lo hago leyendo en el e-reader. He notado que el tiempo se me pasa mucho más rápido leyendo que viendo películas. Supongo que eso se debe al hecho de que la...

Lectura.

Suelo hacer ejercicio mirando series de TV, para no aburrirme. Pero últimamente, lo hago leyendo en el e-reader. He notado que el tiempo se me pasa mucho más rápido leyendo que viendo películas. Supongo que eso se debe al hecho de que la lectura pide más de mi cerebro. Exige un compromiso mucho mayor de mi mente. En la era de la imagen, todos padecemos un cierto deficit de atención. Perdemos, ante la pantalla, la profunda intimidad de la comunicación con el libro. San Agustín ya observó esto cuando dijo, asombrado ante San Ambrosio y su (entonces) extraña costumbre de leer sin pronunciar, que la lectura (silenciosa) permite una comunicación sin testigos entre el libro y el lector, y por ello resulta ser un singular refresco, un placer de la mente. Curiosamente, esta intimidad despertó reticencias entre los teólogos medievales, pues pensaban que la lectura en silencio impulsaba las fantasías y, por añadidura, la temida acedía, el malestar de la hora de la siesta. Aceptaban la lectura, pero siempre que fuese en voz alta, para evitar la loca ensoñación y facilitar la supervisión de lo leído por los responsables de hacerlo.


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