Joludi Blog

Mayo 23
Anatomía de Google.
Discutía yo el otro día con mi buen amigo Javier, que es muy culto, además de ingeniero. La polémica giraba sobre el año de publicación de “Anatomía de Grey”. En esta ocasión, debo reconocer que tenía razón mi amigo, pues él...

Anatomía de Google.

Discutía yo el otro día con mi buen amigo Javier, que es muy culto, además de ingeniero. La polémica giraba sobre el año de publicación de “Anatomía de Grey”. En esta ocasión, debo reconocer que tenía razón mi amigo, pues él databa el mencionado libro en torno a la Guerra de Crimea, lo que es en verdad bastante aproximado, si bien lo cierto es que la obra se publicó dos años después de que concluyese aquel extraño conflicto bélico que enfrentó a los otomanos, (aliados con ingleses y franceses), contra los rusos, y que se originó entre otras cosas por un puñado de infantiles y cómicas querellas territoriales entre los monjes católicos y ortodoxos que convivían en Jerusalén, lo que en cierto modo le dio al enfrentamiento un romántico toque de Cruzada, pese a que en este caso los turcos-extrañamante- apoyaban a los católicos. (Por cierto, si Crimea fue una Cruzada sería entonces la primera Cruzada fotografiada, ya que allí comenzó la larga trayectoria de los reporteros gráficos de guerra, una de cuyas primeras creaciones sería la foto que aquí incluyo y que representa un campamento en Balaklava, toda una reliquia.)

La “Anatomía de Grey” es realmente el título corto con el que se conoce al monumental libro de texto sobre anatomía que publicó en 1858 el científico británico Henry Gray. A través de sus páginas han aprendido anatomía muchas generaciones enteras de médicos norteamericanos. Se ha reeditado y ampliado una y otra vez. La actual es la 39 edición. Y la obra celebra este año su 150 aniversario.
Para dirimir nuestra disputa sobre la fecha de la primera edición de la Anatomía de Grey, Javier, acudió a internet, en un gesto que se está convirtiendo en un mecanismo natural e instintivo, sustituyendo el de acercarse a la estantería para abrir algún voluminoso tomo de una enciclopedia.
Lo curioso es que en Google resulta casi imposible encontrar datos sobre la Anatomía de Grey. Cosa sorprendente, pues este libro es un pilar de la ciencia médica occidental y ha sido y es una obra de cabecera para la mayoría de los médicos del mundo anglosajón.
Si haces la búsqueda en Google de “Anatomía de Grey”, obtienes en efecto más de 1.700.000 resultados, pero la inmensa mayoría de ellos tratan de la infumable serie de televisión a la que le dieron el mismo título del libro de texto sobre anatomía.
Este absurdo (que no puedas encontrar en Google datos sobre una pieza clave de nuestra cultura, por culpa de la sobreabundancia de datos sobre una telebobada más de las factorías audiovisuales yankees) es un ejemplo de los peligros que representa el concepto de buscador de internet y su creciente hegemonía como nueva vía de acceso al conocimiento.
Google ofrece resultados primariamente en función de las búsquedas que realiza de hecho la gente y eso lleva a enormes contradicciones. Es una especie de endogamia de la incultura. Si son muchos los que quieren información sobre la serie de televisión, Google tenderá a ofrecer datos sobre la serie de televisión incluso a aquellos que busquen información sobre el libro. La incultura se alimenta a sí misma en un proceso sin fin. Y la cosa tenderá a afianzarse pues el modelo tiene implicaciones económicas para Google y su sistema de publicidad online. Si lo hace de otro modo, Google no ganará tanto dinero. Y el dólar manda.
Otro ejemplo de lo mismo sería la palabra “apache”. Si acudes a Google para conocer más cosas sobre el maravilloso mundo de aquellos indios indomables que se negaban a ser evangelizados por los esbirros de Juan de Oñate y fray Francisco de Zamora, todo lo que hallarás es páginas y páginas dedicadas al software llamado “Apache” que gestiona casi la cuarta parte de los servidores de internet en todo el mundo.
La verdadera cultura está en enorme peligro si seguimos consintiendo el ascenso de Google y su sistema absurdo, impulsado sólo por los intereses publicitarios y los gustos de las masas, de acceso al conocimiento.
Internet debería abrir nuevas e inusitadas vías a la expansión del conocimiento. Y seguramente lo está haciendo.
Pero no es menos cierto que Google también despliega anchurosas e inexploradas avenidas para la estupidez. Estupidez en versión norteamericana, que es una de las versiones más agudas de la memez, como se puede comprobar contemplando cualquiera de esos episodios protagonizados por una médica insoportablemente ñoña y vacua.