Joludi Blog

Jun 27
Linguodiversidad.
Ha surgido estos días con fuerza un cierto movimiento de apoyo a la lengua castellana, que algunos juzgan amenazada e incluso perseguida en algunas comunidades autónomas. Los movilizados piden entre otras cosas que se garantice un...

Linguodiversidad.

Ha surgido estos días con fuerza un cierto movimiento de apoyo a la lengua castellana, que algunos juzgan amenazada e incluso perseguida en algunas comunidades autónomas. Los movilizados piden entre otras cosas que se garantice un verdadero bilingüismo en Cataluña, y no una situación privilegiada del catalán (aunque hay que recordar que el bilingüismo verdadero no existe, como explicó sutilmente Paul Celan, que escribía creativamente en cinco idiomas pero, en cuanto poeta, sabía que siempre hay una sola lengua que se eleva entre las demás).
Lo cierto es que las lenguas y su evolución poco tienen que ver con movimientos o grupos de presión. Las lenguas van a su aire. Viven o mueren conforme a una dinámica propia frente a la que poco pueden hacer las voluntades de los hombres. De hecho, el problema en estos momentos parece ser justamente la imparable reducción de lo que algunos llaman linguodiversidad, que seria el equivalente a la biodiversidad, pero en relación al patrimonio lingüístico de la Humanidad.
El la actualidad se hablan en nuestro planeta unas 6.800 lenguas. Pero cada quince días desaparecen completamente dos de ellas. Al finalizar el siglo en el que estamos viviendo, sólo subsitirá un 10% de las lenguas que hablamos ahora. La “concentración lingüistica” ya es enorme, pues de esas 6.800 lenguas, las cuatro más populares (chino, hindí, inglés y castellano) ya son las que habla por más de un tercio de población mundial. Cada día nos llegan noticias tristes de una lengua que ha muerto definitivamente. A primeros de este año, por ejemplo, supimos melancólicamente que el Eyak, el antiguo idioma de los esquimales de Alaska había pasado al archivo de las lenguas muertas tras el fallecimiento de Marie Smith Jones, su último hablante.
La supervivencia de una lengua parece depender de dos factores.
Por un lado, es algo que está en relación directa con el aislamiento de sus hablantes, lo que explica por ejemplo, que en los remotos e inaccesibles valles de Papúa-Nueva Guinea se hablen todavía más del 10% de todos los idiomas hablados en la Tierra, si bien esto cambiará inexorablemente pronto, como resultado de la imparable globalización.
Pero sobre todo, como es obvio, sobreviven las lenguas también por razones de estricta supremacía económica o cultural.
Al fin y al cabo, como decía Max Weinreich, el gran lingüista alemán, “una lengua no es sino un dialecto con un ejército y una flota”.
Frente a esta dinámica inexorable de la linguodiversidad, poco pueden hacer las voluntades aisladas de los individuos. Ni siquiera Fernando Savater.