Joludi Blog

Jun 29
Pulp Culture.
¿Quién no ha visto la película Pulp Fiction? Pero quizá no son tantos los que saben el origen curioso del título.
En los díficiles años 30, se publicaban en Estados Unidos novelas de baja calidad, destinadas al mercado masivo,...

Pulp Culture.

¿Quién no ha visto la película Pulp Fiction? Pero quizá no son tantos los que saben el origen curioso del título.
En los díficiles años 30, se publicaban en Estados Unidos novelas de baja calidad, destinadas al mercado masivo, protagonizadas sobre todo por tipos duros, ya fueran detectives, hampones o cow boys. Era un tipo de literatura barata diseñada a la medida de una situación de crisis social profunda. Los autores escribían esas novelitas como una forma de subsistencia, aunque entre ellos había nombres que después serían admirados, como Hammet o Chandler.
En España también teníamos algo parecido. Yo tengo un difuso recuerdo de mi infancia de unas noveluchas en formato pequeño, de bolsillo, impresas en papel amarillento y protagonizadas por vaqueros implacables, de gatillo fácil, que lo mismo acababan en duelo con docenas de pistoleros que rompían los corazones de las chicas más guapas del salón. Se vendían cientos de miles de aquellas novelas en la España de la autarquía, también intelectual. Las escribían oriundos con seudónimo, como Silver Kane, Lou Carrigan o Alf Regaldie, tras los que se escondían seguramente los Pérez, los Martínez, los Peláez. Y entre ellos destacaba el super-prolífico Marcial Lafuente, que conoció de primera mano la literatura barata yankee a la que me refería antes, pues vivió algún tiempo en Estados Unidos en los años 20. Y vaya que le cundió el viaje, pues, se crea o no, constan nada menos que 3.000 títulos con el sello la factoría Lafuente Estefanía, y tal vez unos 50 millones de ejemplares, lo que representa un record planetario, no superado por ningún otro autor vivo, me parece. El Tropel de Oklahoma, Comarca Sin Ley, Pony Express, La Perla del Vicio…¡y así hasta tres millares de novelitas!. Échale hilo a la cometa.
Por razones obvias, tanto las novelas americanas de la Gran Depresión como las novelas de a duro de vaqueros de aquellos primeros 60 en España, estaban impresas en el peor papel disponible. Por eso, a este género se le llamaba en Estados Unidos “ficción de pulpa”, aludiendo al hecho de que el papel en el que se imprimían apenas parecía propiamente procesado y recordaba más bien a la materia prima de la pasta de celulosa, la pulpa.
Y así quedó la expresión “Pulp Fiction” para referirse a la historias violentas, protagonizadas por tipos realmente duros. Esta es la razón por la que Tarantino eligió dicha expresión para dar título a su obra maestra.
Ya no se leen novelas “pulp fiction”. Pero cuestión peliaguda sería decidir si los libros que se venden hoy en día, tales como El Mundo sin Fin, El Secreto y cosas así, son también, en cierto modo, genuina “pulp culture”, pese a la lujosa presentación y al excelente papel en el que están impresos. Va a ser que sí.