Joludi Blog

Feb 10
Nigra sum
¿Por qué esta virgen es negra?, le pregunta el turista norteamericano que desayuna junto a mi mesa al camarero del Abat Cisneros? ¿Why black?
El camarero sonríe enigmáticamente, se encoge de hombros y responde “because is black…”
Esta es la...

Nigra sum

¿Por qué esta virgen es negra?, le pregunta el turista norteamericano que desayuna junto a mi mesa al camarero del Abat Cisneros? ¿Why black?

El camarero sonríe enigmáticamente, se encoge de hombros y responde “because is black…”

Esta es la mejor respuesta que puedes obtener si haces esta pregunta en Montserrat. Esa imagen de la virgen es negra porque…es negra. Nigra sum, sin más, como leemos en los Salmos en boca de la Reina de Saba y como leemos en una inscripción en un muro, a la entrada del Monasterio, junto al Museo. Nigra sum, sed formosa, soy negra pero hermosa…

Y en realidad, sí, esa respuesta del camarero “es negra porque es negra” resulta ser la mejor respuesta posible. Aunque atisbar la razón exige alguna aclaración y nos lleva de excursión por casi todos los asuntos que harían las delicias de un escritor de best sellers al uso de nuestro tiempo, desde María Magdalena, los gnósticos, el Santo Grial a Himmler y los nazis. Pasando por un misterioso trovador medieval alemán que crea el mito de Pasifal, por Ignacio de Loyola, Humboldt, Goethe, Wagner, la triple Diosa Artemisa/Cibeles/Isis, y el mismísimo Priorato de Sión. No nos privaremos de nada.

Lo esencial es comprender que la Virgen de Montserrat, hallada en este paraíso cárstico catalán hace más de un milenio, es negra porque muy posiblemente su culto es solo un eco de antiquísimas tradiciones pre-cristianas relacionadas con la veneración de la diosa Diana o Artemisa, que a su vez es el reflejo en el mundo clásico de la diosa Astarté, la deidad semítica y betílica de la Fertilidad y la Procreación, que llegó desde el cielo, según nos cuentan los mitos, en forma de meteoro, en forma de una piedra oscura como el betilo… oscura como las tierras de los campos que de verdad son fértiles…

Por lo tanto, la Moreneta es negra porque…es negra, porque siempre fue negra, porque nació negra hace miles de años… Tan negra como la efigie de Isis/Artemisa en el antiguo sancta sanctorum de esta diosa, en su templo de Efeso; una efigie de delicada madera…negra. Y lo mismo se podría decir que otras 400 Vírgenes de los grandes santuarios europeas, desde Loreto a Czestochowa.

Y al igual que esas otras Vírgenes negras, la de Monserrat está vinculada a un escenario natural fascinante. A un capricho de la naturaleza en el que la mente primitiva cree ver huellas inequívocas de lo sobrenatural. Una razón más para que la Moreneta se convierta en un tópico esotérico que va atravesando los siglos, creciendo con el tiempo. Es el trovador alemán Eschenbach, autor del poema Parzival, el que pone la pelota en juego, situando el Santo Grial en lo que es indudablemente Montserrat, aunque en el poema aparezca con el nombre Muntsalvache o Montsalvat. 

A partir de Eschenbach, esta montaña se convierte en un tópico central del esoterismo en todas sus variedades. Para los gnósticos medievales, esta Virgen negra no puede ser sino la mismísima María Magdalena que sostiene en sus brazos a su hijo, protegiendo o marcando el lugar donde se encuentra el Santo Cáliz. 

Muchos siglos después, los ideólogos nazis se basan en este disparate para interesarse ciegamente por Montserrat y conseguir no solo el objeto sagrado al que atribuyen poderes mágicos y valor estratégico militar incomparable (!), sino la prueba del origen ario de Jesucristo. Y esta convicción llega hasta el punto de que el propio Himmler viaja en 1940 a Montserrat, mientras Franco se entrevista en Hendaya con el Führer, acompañado de un selecto grupo de profesores y oficiales nazis, para averiguar de una vez por todas, y por sí mismo, si en Montserrat se encuentra el Grial, tal como sugiere Wagner en su Pasifal, basado en el cuentecito de Eschenbach.

Pero no solo para Himmler y sus secuaces era Monsterrat un lugar mítico, cargado de extrañas energías. El monastir está presente como tópico importantísimo en toda la cultura alemana del siglo XIX, especialmente desde que el sabio germano Alexander Humboldt visita Montserrat en 1799 y queda en estado de shock ante la visión de esas rocas. Humboldt relata después a su amigo Goethe su experiencia mística en Montserrat y Goethe cree que lo que su amigo ha visitado es justamente el escenario montañoso imaginario en el que situó su enigmático poema de juventud “Los Misterios”. 

Mas tarde, cuando Goethe escribe el Fausto, lleva de nuevo al lector a un mundo que resultará familiar a cualquiera que haya visitado con cierta calma el Monasterio: las extrañas montañas y bosques, las cuevas, los monjes, los ermitaños, el coro de niños, la Virgen María, el agua vivificadora del manantial que no se agota, el fuego fatuo (el mismo fuego que quizá convirtió en un igneo y místicamente fogoso Ignacio al pequeño y vanidoso caballero de Loyola, que vive en Montserrat su propia noche oscura del alma, y el mismo fuego mítico que permite a Astarthé/Isis fertilizar la tierra con ayuda de las tres gotas de líquido blanco, como el que protagoniza el milagro de la lactatio de san Bernardo de Claraval, quien según parece, por cierto, era devoto de primer cuño de la Moreneta…)

Podríamos entonces atrevernos a decir, no sin fundamento, que el verdadero escenario de Fausto, la pieza clave de la literatura universal, no es otro que…Montserrat.

Lo cual le lleva a uno, tal vez, a querer entender un poco lo que pudiera ser el significado profundo de este lugar, yendo más allá de divertidas historietas esotéricas. 

Al amanecer, desde mi habitación en la Plaza del Monasterio, mirando al este, veo a lo lejos el mar Mediterráneo. Y si miro hacia el norte contemplo las montañas nevadas de los Pirineos. Ante tanta grandeza incoercible, en el medio de una catedral de piedra que me sobrecoge, pienso que quizá hay por aquí una cierta vía para la redención espiritual, un sendero estrecho pero sin pérdida para la superación de las contradicciones y para la dicha. Se siente aquí un extraño efecto para el viajero que resulta ser más elocuente que cualquier filosofía, y que quizá es eso que hace de los iñigos ignacios. 

Es el efecto fertilizador al que se refería Goethe cuando hablaba de escenarios capaces de conducir al hombre al interior de sí mismo, hacia esos reinos interiores de luz en los que la Artemisa enciende el fuego de vida que no termina. Aquello a lo que se refería Goethe cuando escribe que “el hombre, completamente solo, en su propio Montserrat, puede encontrar felicidad y sosiego” (“in welchen ganz allein der Mensch auf seinen eigenen Montserrat Glück und Ruhe finden kann”).

¿Por qué esta Virgen de Montserrat es negra? Ah…qué interesante pregunta. 


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