
Despistados y sin talento.
Recibo cada semana no menos de tres de esos emails virales, confeccionados por no se quién, que son más elocuentes y más demoledores respecto a la política del actual gobierno que todas las intervenciones juntas que realizó el mal llamado líder de la mal llamada oposición durante el debate parlamentario de esta semana.
Es inconcebible que no le echasen en cara al más que deteriorado gobierno actual, que España es el único país de la OCDE en el que los salarios reales no han crecido durante los últimos 15 años, que nuestras diferencias salariales se han ampliado en 10 veces durante igual período, que nuestro porcentaje de gasto social sobre el PIB está a la cola de Europa, prácticamente un tercio por debajo de la media, y empeora por momentos, que las políticas de ciega austeridad no bastan y son ya tan contraproducentes que hasta el mismísimo FMI reconoce ya abiertamente que no sirven, que no es cierto que España sea un país pobre, pues su renta per cápita apenas es un 6% más baja que la media europea, que no es verdad que hayamos vivido por encima de nuestras posibilidades (salvo los banqueros y los especuladores, que ellos sí que han vivido y muy bien por encima de nuestras posibilidades), que la raíz de la crisis es en esencia la implacable voluntad de los grandes poderes financieros europeos, tan temerosos como codiciosos, para garantizar sus inmensos créditos a los Estados del sur de Europa y maximizar el colosal flujo de intereses que reciben por la enorme Deuda Pública de esos Estados. Que somos víctimas de un terrorismo financiero global y mediático que convierte a los gobiernos en lacayos, expande y disemina la mentira del fatalismo económico y consigue hacer sentir culpable al trabajador medio, que no ha hecho en su vida otra cosa sino trabajar y al que ahora se empobrece sin piedad en sus bienes y en sus derechos, condenándolo a la precariedad y a la angustia.
Ninguna oposición derribó jamás a un gobierno. Son los gobiernos los que se destruyen solos, cuando toca, por el mal ejercicio del poder. Pero a la oposición habría que exigirle al menos una cierta brillantez pedagógica para no apuntalar con su incompetencia el tambaleante edificio de un gobierno que está teniendo la inmensa suerte de tener en los escaños de la oposición a un puñado de despistados sin talento.