El amor entrópico.
Cedric Villani, ese genio matemático que es un ídolo en Francia (país de matemáticos), ha escrito un nuevo libro, Le Théorème Vivant. Me he apresurado a pedirlo a Amazon, aunque se que formará parte, de forma inexorable, de las amplias estanterías de libros que tengo pendientes de lectura. Estanterías cuya longitud y vis expansiva ya me tortura desde hace años.
Villani, ganador de la medalla Fields en el 2010, es un tipo más que interesante, con su extraño aspecto de dandy y sus opiniones extravagantes. Me recuerda a otro cerebro superlativo, el gran Feynmann, no menos genial y no menos “freak” que Villani.
A Villani le han preguntado, en la presentación de su nuevo libro, cuál es su ecuación favorita. Sin dudarlo, ha mencionado a Boltzman, y su ecuación sobre ese fatalismo de las moléculas de los gases en su camino hacia el desorden. Le han preguntado seguidamente por qué esa extraña tendencia de la realidad hacia la pérdida inexorable de estructura, hacia la pérdida de orden (y de vida). Ha dicho que es imposible responder a la pregunta. Tan imposible como explicar por qué queremos a quien queremos. Qué extraña respuesta. ¿Será que el amor es necesariamente entrópico?
