Joludi Blog

Mar 28
No construyas las verjas demasiado lejos…
Suiza tiene más o menos el tamaño de Portugal. Y una población solo algo menor. Son dos países que nacieron más o menos por la misma época, con apenas unas décadas de diferencia, si no recuerdo mal. Sin...

No construyas las verjas demasiado lejos…

Suiza tiene más o menos el tamaño de Portugal. Y una población solo algo menor. Son dos países que nacieron más o menos por la misma época, con apenas unas décadas de diferencia, si no recuerdo mal. Sin embargo, Suiza está ahora a la cabeza de Europa (y del mundo) en bienestar material, y no se puede decir lo mismo de mis hermanos portugueses, que lo están pasando cada vez peor. De hecho, muchos portugueses han emigrado a Suiza, y han hecho del país alpino el segundo país del mundo con más presencia de portugueses, justo después del propio Portugal. ¿Cómo se ha producido esta diferencia? ¿Por qué unos se han hecho amos y otros siervos?

Yo no sabría explicarlo bien, pero me vienen a la mente las palabras de dos profetas populares, uno de ellos portugués y otro suizo.

El profeta portugués al que me refiero sería el famoso viejo del Restelo, ese personaje de Camoens que avisa a los marineros lusitanos sobre los riesgos de la aventura colonizadora y la engañosa búsqueda de la fama y la gloria (“a que novos desastres determinas, de levar estes reinos e estas gentes…?”).

El profeta suizo sería Nicholas der Flüe, aquel ermitaño que aconsejaba sabiamente a los suizos “no construir las verjas demasiado lejos”

Sabemos bien que Portugal no escuchó los avisos del velho do Restelo. Y llevó sus fronteras hasta el fin del mundo. Pero los suizos, especialmente a partir de la derrota de Marignan, en 1515, más o menos cuando ya se hablaba Portugués desde  las fuentes de Amazonas hasta Japón, decidieron que el consejo del sabio Nicholas debía ser seguido a rajatabla.

El resto es historia. El imperio portugués implosionó muy pronto, dejando a Portugal condicionado por un sistema sociopolítico súbitamente inviable y la subordinación crónica a potencias extranjeras. Suiza en cambio, encerrada en sí misma, pero al mismo tiempo sabiamente abierta al mundo, prosperó sin descanso en su espléndida neutralidad y su ausencia completa de ambición expansiva.

Así son las cosas. Quizá el éxito de los pueblos es saber precisamente a qué profeta hacer caso, y a cuál no…Quién nos diera esa sabiduría…


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