Joludi Blog

Ago 28
El Mensaje es el Masaje.
Me horrorizan los libros de management de baratillo, de esos que llenan los estantes de las librerías de aeropuerto. Antes los hojeaba displicentemente mientras esperaba mi vuelo. Ahora ni los miro. El problema que tengo con...

El Mensaje es el Masaje.

Me horrorizan los libros de management de baratillo, de esos que llenan los estantes de las librerías de aeropuerto. Antes los hojeaba displicentemente mientras esperaba mi vuelo. Ahora ni los miro.  El problema que tengo con este tipo de publicaciones se expresa bien con un ejemplo; hace unas semanas, en Schiphol, pasé media hora en la librería atiborrada de libros de gestión y salí con un libro en la mano sobre…la historia del azafrán, (por cierto, interesantísimo, escrito muy bien por Pat Wilard).
Sin embargo, no se en qué aeropuerto, vi el otro día un libro de “management” que me llamó mucho la atención. Parecía que trataba sobre la importancia de que los directivos “toquen”, “abracen”, “achuchen” a sus colaboradores. 
¡Qué curioso, management al tacto!
No compré el libro. Pero me quedé pensando que tal vez no era ningún disparate. Me vino a la mente la imagen de cuando yo era niño y jugaba al baloncesto; visualice aquel rito previo al retorno al partido en el que todos hacíamos círculo, entrenador incluido y uníamos nuestras manos. Quizá haya algo en el primate que somos, pensé, que necesita de este contacto físico, para estimular la cooperación. Los futbolistas también se abrazan para celebrar cada gol. Nunca dejan de ejecutar esa curiosa liturgia que quizá tiene el valor de soldar las juntas del equipo. Dan pena los porteros y algún defensa, que siempre llegan un poco tarde a ese abrazo ritual, cuando ya ha bajado la intensidad de la celebración y parecen un poco fuera de lugar.
Pues sorprendentemente, acabo de tener noticia de un estudio sumamente interesante al respecto de lo del “toque humano” en los equipos. Lo han realizado unos psicólogos de la Universidad de California, en San Diego. Es un experimento sorprendente. Se acaba de publicar en Evolution and Human Behavior.
En la primera parte de la prueba, la mitad de un grupo de 96 voluntarios (estudiantes de la facultad de Psicología) fue obsequiada con una sesión de masajes, la otra parte no.
En la segunda parte, se situó a los voluntarios ante uno de esos supuestos típicos de la Teoría de Juegos en los que se aprecia las dificultades del ser humano para comprender la importancia de la colaboración. En síntesis, se distribuyó a los voluntarios por parejas. Cada miembro de una pareja “colaboraba” estaba en un cubículo aislado y se comunicaba con el otro miembro mediante un ordenador. Cada voluntario recibía inicialmente un crédito en dólares. Y se le indicaba que si compartía parte de ese crédito con su compañero de pareja, éste último vería su donación multiplicada por tres, lo que tal vez desencadenaría un gesto de reciprocidad y permitiría al donante recuperar incluso más de lo dado. Obviamente las parejas no se podían comunicar entre sí a fin de pactar sus transacciones. Solo podían decidir si donaban o no donaban.
Este tipo de escenarios, que le encantaban a John Nash, son perfectos para analizar las dificultades de los individuos para comprender las ventajas de la cooperación. Es obvio que en este experimento cuánto más “generosos” y cooperativos sean los participantes, como conjunto, más créditos obtendrá el grupo ya que el valor de cada donación se triplica al llegar a su destinatario. Sin embargo, el comportamiento normal de cada voluntario será retener su crédito, pues duda de que quien lo reciba, sea recíproco con él por las buenas. Esa conducta individual, tan humana, supone un desaprovechamiento de las oportunidades reales que de verdad tiene el colectivo.
Pues lo que han descubierto los autores del estudio, dirigidos por Vera Morhern, es que los participantes que habían recibido la sesión previa de masajes se mostraban, espontáneamente, mucho más generosos y cooperativos que los que no habían tenido esta experiencia. Como consecuencia de ello, los “masajeados” habían ganado un asombroso 243% más que los “no masajeados”. Va a ser verdad que la gente coopera más y mejor y que los equipos funcionan de maravilla gracias a un simple “toque” de calor humano. La explicación que dan los psicólogos a este sorprendente fenómeno está relacionada con la hormona oxitocina, cuyos niveles posiblemente fueron elevados por la sesión previa de masajes, y que está relacionada con los comportamientos generosos, especialmente entre la mujeres.
Me parece un hallazgo este estudio que confirma la tesis de aquel libro que vi en el el kiosco de la Terminal 2 de Barajas sobre el “management por achuchones”.
Y me acordé de alguien que un día me habló de la importancia de decir las cosas importantes, a ser posible, sujetando entre la tuya la mano de tu interlocutor.
La próxima vez que vea ese libro, lo compro.