Joludi Blog

Sep 22
Azucar de remolacha.
Cuando pongamos un terrón de azúcar en el café, deberíamos pensar en Napoleón.
Fue el gran corso, tras la derrota de Trafalgar, quien instituyó un importante premio para el científico que descubriese un modo más eficiente de...

Azucar de remolacha.

Cuando pongamos un terrón de azúcar en el café, deberíamos pensar en Napoleón.

Fue el gran corso, tras la derrota de Trafalgar, quien instituyó un importante premio para el científico que descubriese un modo más eficiente de obtener azucar de la remolacha, y resistir así mejor el bloqueo inglés al comercio del azucar de caña. El premio lo ganó un químico alemán. Y con ello nació toda la industria remolachera europea.

Obtener azúcar de la remolacha es carísimo. Muchísimo más caro que obtenerla de la caña. Pero para aquella Europa napoleónica era la única opción. Luego, cuando el bloqueo cesó, la industria remolachera se fue manteniendo en parte por razones de proteccionismo económico.

La caña de azucar es, de hecho, junto con el maiz, uno de los sistemas más razonables que dispone el hombre para transformar en energía la luz del sol. Cultivando caña de azucar, se obtiene 1 millón de kilocalorías por cada 700 metros de tierra. Para obtener esa misma cantidad de calorías criando y matando vacas, harían falta 70.000 metros cuadrados. He ahí una razón económica por la que las vacas son sagradas en la India, y no se concibe allí la ganadería como forma de producción de energía.

Hoy, el proteccionismo del azucar de remolacha sigue siendo un tema candente. Muchos países europeos imponen fuertes aranceles a los eficientes sistemas de producción de esta dulce energía de los países tropicales. Prefieren provisionarse de la costosa azúcar de remolacha, antes que liberalizar las importaciones de azucar de caña. Estas políticas a veces tienen más impacto en las economías del tercer mundo que las transferencias de fondos para ayuda al desarrollo. El euro que damos con una mano, lo quitamos con la otra.