El Túnel.
Tratan ahora de reabrir el tunel de ferrocarril de Canfranc. Habría que hacerlo, aunque solo fuera por su increible valor histórico. Canfranc fue durante la Guerra Civil española y la Segunda Guerra Mundial, una especie de fascinante Tanger o Casablanca. Una ciudad franca (haciendo honor a su nombre romano, campus francus) atestada de espías, resistentes, maquis, traficantes de oro y wolframio, buscavidas de todo tipo, oficiales de la Gestapo, contrabandistas…Da para muchas novelas.
El tunel de Canfranc, inaugurado en 1928, tras largos años de ingentes trabajos, es también el símbolo de las más penosas condiciones laborales que se han vivido en este país, en época reciente. Durante su construcción, perecieron 400 trabajadores, nada menos.
Se hizo el túnel, virtualmente, a base de fuerza muscular, a golpe de pico. Los obreros, que se dejaban la salud y la vida en las entrañas de la montaña, cobraban una miseria (un duro al mes) y además, tenían que pagarse ellos mismos el carburo para darse luz mientras picaban. Me contaron una historia terrible al respecto, que parece un cuento siniestro. Es una historia que habla de un padre y un hijo que trabajaban en el interior de la obra. Uno de los dos sostenía la lámpara y el otro picaba la roca. Para ahorrar, a menudo decidían picar a oscuras. Y en una de esas ocasiones, el pico fue a donde no tenía que ir, causando una muerta instantánea y tenebrosa de uno de los dos trabajadores, vecinos de Canfranc ambos.
Esto no ocurrió hace tanto tiempo. Ni siquiera han pasado cien años. Y en ese plazo, los trabajadores han conquistado el derecho a unas condiciones infinitamente más dignas. Por eso es tan inaceptable que ahora intenten que demos un paso atrás. Que intenten hacernos volver, siquiera algunos metros, en dirección a aquel terrible túnel de la barbarie y la explotación del ser humano por el ser humano. Que al túnel se vayan ellos…
