Joludi Blog

Sep 23
El recaudador calvo.
Ayer fue un día decididamente otoñal en Madrid. Y para colmo, en algún establecimiento comencé a observar que ya se empieza a promover intensamente la venta de billetes de la Lotería de Navidad. Esto es la dolorosa constatación...

El recaudador calvo.

Ayer fue un día decididamente otoñal en Madrid. Y para colmo, en algún establecimiento comencé a observar que ya se empieza a promover intensamente la venta de billetes de la Lotería de Navidad. Esto es la dolorosa constatación de que se nos ha acabado el verano.
Lo de la Lotería de Navidad anunciándose ya por todas partes me hizo pensar un poco.  ¿Cómo afectará la crisis a la venta de décimos este año? ¿Se están frotando las manos los de la Lotería Nacional ante el negro panorama económico?
Pues parece que la gente juega bastante más cuanto menos dinero tiene. Esto ya lo intuíamos. Una vida soportando la cobertura mediática del Sorteo Extraordinario de Navidad nos ha hecho saber que las localidades que juegan más a la Lotería de Navidad suelen ser justamente las que han sufrido algún tipo de catástrofe natural, como una crecida de aguas, por ejemplo.
Pero es George Loewenstein, el neuroeconomista de la Carnegie Mellon, quien ha analizado científicamente el asunto. Ha demostrado de una manera general y rigurosa que el gasto en azar crece, incluso en términos absolutos, cuando los ingresos disminuyen. Es un comportamiento irracional, pues lógicamente, jugar a la lotería no es una decisión intrínsecamente inteligente desde el punto de vista económico. Pero es así como está hecho el cerebro humano.
Lo terrible es que una parte muy importante de los ingresos de las Loterías y juegos de azar va para íntegramente para el erario público en forma de fortísimas tasas. Entonces, esto significa ni más ni menos que este tipo de juegos de azar constituyen un colosal fenómento de fiscalidad regresiva: más impuestos para los más pobres y más impuestos que nunca en situaciones de crisis.
La idea de que la Lotería Nacional es un gran factor de democratización pues incluso los más pobres pueden tener su momento de suerte y acceder a la riqueza a través de un décimo afortunado, es por lo tanto profundamente falsa. Y si esto es así, las campañas publicitarias que impulsan a la gente a los juegos de azar son, en última instancia, un forma muy sofisticada de recaudar impuestos regresivamente. Un mecanismo perverso de exacción que incide con mayor virulencia en las capas más bajas de la sociedad, tal como Loewenstein ha demostrado.
¿Existe alguna solución? Loewenstein propone que para saciar el ansia jugadora de las masas, se cree algún tipo de juego de azar que combine las características de una lotería (sin su terrible componente fiscal) con las de un verdadero producto financiero. Eso podría ser menos injusto socialmente, según este neuroeconomista. Pero pensándolo bien en realidad ese juego de azar ya existe. La Bolsa de Valores y los productos financieros de alto riesgo, cumplen las condiciones que pide Loewenstein. Sin embargo, es obvio que esos juegos de azar financieros son un factor más de la crisis que vivimos que golpea con más fuerza a los más pobres. Así que no tengo nada claro si es una buena idea promover la sustitución de los décimos por las acciones.