
El alma de las palabras.
Unamuno, que ciertamente es el español más universal del siglo XX, junto con Lorca, decía que solo se entiende bien el significado profundo de una palabra si se conoce su etimología. De alguna manera, tenía razón nuestro sabio. Cuando “buceamos” en la etimología se nos desvelan por lo general claves que nos ayudan a entender mucho mejor el alcance del término en cuestión. ¿Por qué ocurre esto? Pues porque la forma en la que ha evolucionado el significado de la palabra a lo largo de los tiempos, desde su origen etimológico histórico hasta su acepción actual no es casual en absoluto. Es fácil entender ésto con un ejemplo.
Tomemos la palabra “fan”. Si al investigar la etimología de esta palabra inglesa llegásemos (que no es el caso), a un origen etimológico relacionado con la embriaguez, podríamos intentar ciertas conclusiones. Esa etimología nos empujaría reflexionar sobre las posibles vinculaciones entre los efectos del alcohol y el fenómeno de los fans. Pero, como no he dicho, no es el caso. La palabra inglesa “fan”, es una abreviatura de “fanático”. Si investigamos “fanático”, llegamos al latín “fanum” que significa “templo” (tiene derivados en castellano, como “profano”, que significa etimológicamente aquello que no ha sido consagrado en el templo). Si seguimos explorando, descubrimos que en Roma, los “fanáticos” eran aquellos que se entregaban en cuerpo y alma a la vida religiosa, al “fanum”, al templo.
Al término de ese pequeño viaje por la biografía de la palabra “fan”, habremos llegado a un posible punto de destino. Quizá la etimología haya conseguido que acabemos reflexionando sobre si existe o no un cierto componente religioso de todo fanatismo. O si existe un cierto componente fanático en toda religión. Desde el fanatismo de los talibanes hasta la religiosidad de los seguidores-en cuerpo y alma- de los grupos de rock duro. Y esta reflexión tiene sentido en la medida en que no es casual que el lenguaje haya terminado eligiendo una palabra de origen religioso para designar el fanatismo. Y no otra.