Joludi Blog

Sep 25
El Sambenito.
Ayer, tuve una grata conversación respecto al origen de la superstición en torno al color amarillo. Como es sabido, los actores consideran que da muy mala suerte subir al escenario con ropa de ese color.
Mi amable interlocutora sostenía...

El Sambenito.

Ayer, tuve una grata conversación respecto al origen de la superstición en torno al color amarillo. Como es sabido, los actores consideran que da muy mala suerte subir al escenario con ropa de ese color.
Mi amable interlocutora sostenía la posición oficial en el sentido de que el origen de dicha superstición está en una comedia de Moliére.
Yo no lo creo. Es pura intuición, pero no lo creo. Es imposible que una minucia anecdótica como la del ataque en la comedia de Moliére haya consolidado una superstición tan arraigada. Eso no se sostiene.
A mí me parece que el origen del odio de los actores por el amarillo en escena está, al menos en buena parte, en el “sambenito”.
El sambenito era el saco amarillo con el que se vestía a los que iban a ser quemados en la hoguera por la Inquisición (mal dicho, pues la Inquisición propiamente no quemaba, sino que le dejaba esa molesta tarea al brazo secular). A esta siniestra prenda se la llamaba inicialmente “saco bendito”, pues era previamente bendecida por un sacerdote. Luego la palabra evolucionó a sambenito. El “saco bendito” lo llevaban los condenados hasta llegar al cadalso. Luego se lo quitaban, antes de que se encendiese la hoguera.
En el cuadro que reproduzco aquí, vemos un auto de fé pintado por Berruguete. Se aprecia muy bien el color amarillo del nefasto sambenito que visten los dos condenados que aún no han subido al cadalso. En realidad todo el cuadro tiene tonalidades siniestramente amarillas. Y también se aprecia un aire teatral, con esos dos tablados en diferentes niveles y esa atmósfera como de representación dramática.
Yo estoy convencido de que aquí está el origen de la superstición del amarillo en el mundo de los actores, aunque no lo he podido confirmar en ninguna parte. No olvidemos que actores e Iglesia han sido enemigos irreconciliables desde los tiempos del Imperio Romano, en los que la jerarquía cristiana emergente incluso endureció la mala imagen que tenía el esparcimiento teatral, y consolidaba la hipócrita tipificación romana del actor como oficio “infame”, como el de los gladiadores, por ejemplo.
Así que, por lo que a mí respecta, nada de Moliére. El amarillo es “yuyu” porque seguramente a nuestros actores del Siglo de Oro les producía este color incómodas vibraciones en el estómago…
Alguien me puede decir que algo no encaja. Mi explicación es básicamente hispánica, mientras que la superstición teatral del amarillo parece ser algo universal (no tanto, en realidad; en Francia los actores temen el verde, no el amarillo; y en Inglaterra no tengo claro que exista esta aversión teatral hacia el amarillo).
Sea como sea todo está relacionado (independientemente de que además el peso de nuestro teatro barroco en la cultura universal no es nada despreciable). El amarillo, no solo en España, siempre fue un color con connotaciones de “pecado” en el mundo medieval. Quizá por eso nuestra Inquisición elige precisamente este color para el sambenito. En Hamburgo, una ordenanza municipal obligaba a las prostitutas a llevar un pañuelo amarillo en la cabeza. En Leipzig, las profesionales del amor debían vestir un manto amarillo. Y en Merano, unos zapatos con cordones amarillos. En Friburgo, las madres solteras debían mostrar públicamente su deshonra con un gorrito amarillo.
En general, en toda la Europa medieval, se marcaba a los herejes convictos con cruces amarillas. Esto se aplicaba especialmente para los judíos, a los que también era frecuente obligar a llevar sombreros amarillos (recordemos también que los nazis obligaban a los judíos a usar estrellas amarillas).
Más aún, la Iglesia Católica prohibió en el siglo XIX el uso del amarillo en la ropa de los sacerdotes. Oro sí, amarillo ni hablar.
Por alguna razón, en el mundo judeocristiano, el amarillo es el color de la traición y la mentira (amarillismo, seguimos diciendo cuando leemos un períodico sectario, y también es mala idea regalar rosas amarillas, porque sugieren celos o traición). No tengo aún una teoría clara respecto al “sambenito” de este color, pero es así. Y si tienes dudas te invito a que eches un vistazo a la Historia de la Pintura y veas de qué color se pinta casi siempre a Judás. Te recomiendo que comiences por el estupendo fresco “El Beso de Judás”, de Giotto en la Capilla de los Scrovegni, de Padua. La capa de Judás es de un amarillo que tira para atrás. Quizás ahí esté la clave de todo. Porque la paleta de los pintores medievales era muy corta. Optaban por el bermellón para la majestad, el oro para la divinidad, el azul ultramar para lo celeste y solo les quedaba el amarillo para lo terreno (más adelante se usaría el verde, pero con menos frecuencia pues es el color de reglamento de los sacerdotes). Y ya se sabe, desde Plotino, San Pablo y San Agustín, lo terrestre es por definición malo y pecaminoso. Nos hicieron una gran faena esos tres tipos. Pusieron un horrible sambenito a la realidad.