Joludi Blog

Jun 1
Partes gloriandas.
Proliferan las protestas de mujeres desnudas en muchos lugares. En Túnez, en Ucrania, en Moscú, en el Vaticano…Es una noticia cada vez más frecuente.
A mí me llaman la atención dos cosas al respecto.
En primer lugar me parece...

Partes gloriandas.

Proliferan las protestas de mujeres desnudas en muchos lugares. En Túnez, en Ucrania, en Moscú, en el Vaticano…Es una noticia cada vez más frecuente.

A mí me llaman la atención dos cosas al respecto.

En primer lugar me parece enigmático que siempre sean mujeres las que protestan de este modo. Incluso cuando el tema de la protesta no coincide estrictamente con la defensa de la dignidad femenina. Los hombres nunca protestan mostrando su desnudez. Por ninguna razón.

En segundo lugar, me llama también la atención que este tipo de protestas suelen estar vinculadas a las culturas que podríamos llamar del Libro, es decir, a entornos culturales con raíces judeocristianas o islámicas. No se ven manifestaciones así en el lejano oriente, por ejemplo.

Yo creo que esto merece una reflexión. Y que podemos preguntarnos ¿por qué Eva quiere permanecer desnuda? 

Tal vez sea una muestra de la vinculación antropológica profunda entre lo femenino y lo vital, incluso por encima de la presión social o religiosa impuesta por el pensamiento judeocristiano o musulmán.

En el Génesis, una vez expulsados Adan y Eva del paraíso, se dice “y el Señor hizo para el hombre y la mujer pellizas (tunicas pelliceas) de pieles, y los vistió”. Es decir, esa túnica de piel epitomiza la pérdida de la vida a cambio, tal vez, de la verdad y el conocimiento.

El pensamiento tradicional de los primeros cristianos, por ejemplo San Nilo, San Teodoreto de Ciro y San Jerónimo, las túnicas de piel, las pellizas, las “kitonei dermatinoi” de los griegos o las kuttoneth de los judíos, son el símbolo de la muerte (un símbolo de muerte que solo el bautismo puede retirar, “revistiendo” con el hábito luminoso de Cristo, según la terminología de los teólogos cristianos). 

Siendo así, no es raro que la desnudez provocadora sea un instrumento de liberación, así como un acto perfecto de rebeldía y, sobre todo, de vitalismo. 

Es una protesta radical contra la extraña idea que acuñan San Agustín y San Pablo en el sentido de que el hombre es un ser corrupto, imperfecto, orientado al crimen. Un ser que necesita, para redimirse, vestirse de la gracia concedida por Dios. Un ser cuya desnudez hay que evitar en tanto evoca su naturaleza pecaminosa y lo sitúa en posición de caer en la tentación.

La primera de estas protestas que ahora estamos viviendo, fue entonces la que nos relató el anónimo orfebre del relicario de la Colegiata de San Isidoro, en León, que tuvo la increible lucidez de mostrarnos a una Eva resistiéndose ferozmente a perder su desnudez a manos de Dios (ojos cerrados, piernas torcidas, mano que agarra furiosa e indomeñable la túnica del Creador). Esa Eva es en esencia la misma Eva que la tunecina Amina Tylor y todas las activistas que la apoyan, proclamando, con textos escritos en sus partes gloriandas, (que no pudendas), su derecho a la libertad y a la vida. Sin pellizas.


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