
El Borsalino.
Sentir culpa, arrepentirse, es un concepto ambiguo, indefinido, como la mayoría de los conceptos morales, y eso es lo que hace aporística la filosofía moral. Podemos sentirnos culpables por algo, sí, pero ¿hasta donde nos puede llevar nuestro sentido de culpa? No es igual de culpa la que se limita a molestarnos un poco, como quien siente un picor, que la que nos fuerza a cambiar de vida y a transformarnos. Pero llamamos culpa a las dos cosas.
Un ejemplo de este problema nos lo brinda, de forma genial, Julio Cortazar. Nos habla de un amigo de juventud, llamado Lucas Manzano, a quien le ocurrían todo género de cosas. Un día, el tal Lucas se presentó en el café muy compungido y explicó a sus amigos, entre ellos Cortazar, la razón.
Resulta que su padre, que les había abandonado a él y a su madre cuando tenía solo 2 años, sin dar jamás señales de vida, le había escrito una carta desde Italia.
En la carta, el padre de Lucas le decía que a pesar de tantos años de silencio, no le había olvidado. Pero que ahora había rehecho su vida en Italia y había conseguido ser el Gerente de una importante fabrica de sombreros, por lo que le resultaba totalmente imposible volver a Buenos Aires. Pero-proseguía el padre-en prueba de que le recordaba y le recordaría siempre, incluía junto a la carta un cordel para que Lucas se midiera la cabeza y pudiera recibir un precioso borsalino…
Lucas lloraba en el café con el cordel en la mano…