El hombre erige monumentos en honor de casi todo lo imaginable (y especialmente en el mundo de habla hispana). Existe un monumento al Pimiento, (Lodosa, España). Un monumento a la Bicicleta (Eibar, España). Un monumento al Higo (Fraga, España). Un monumento al Tomate (Lamarque, Argentina). Un monumento a la Cebolla (Sáchica, Colombia). Un monumento al Sombrero (Celendín, Perú). Un monumento a la Aguja de Coser (Milán, Italia). Un monumento al Pie de Benedict Arnold (Saratoga, USA). Un monumento al Cigarro (Ciudad Juárez, Mexico). Un monumento a la Butifarra (Vic, España). Un monumento a la Mantequilla (Soria, España). Un Monumento a la Sardina (Santurce, España). Un monumento al Chicharro (Tenerife, España). Un monumento al Botillo (El Bierzo, España). Un monumento a la Vaca Lechera (Isla de la Juventud, Cuba). Un monumento al Vino (Cacabelos, España). Un monumento a la Paella (Valencia, España) Un monumento al Tambor (Tobarra, Albacete). Un monumento al Chorizo (Cantimpalos, España). Un monumento al Arbol (Villanueva de la Sierra, España). Un monumento a los Pollos de la Pradera (Minnesota, USA). Un monumento al Pene (Changchun, China). Un Monumento a Rocky Balboa (Zitista, Serbia). Un monumento a la Navaja (Albacete, España). Un monumento al Cerdo (Kalach, Rusia)… Yo puedo entender hasta cierto punto la construcción de todos esos monumentos citados, sin duda maravillosos y notables. Pero lo que ya no alcanzo a entender, por más que me esfuerzo, es un cierto Monumento al Enema, en Zheleznovodsk, Rusia, que se ha erigido no hace mucho junto a una clínica. Es el de la foto. Cosas veredes.