Joludi Blog

Oct 22
El ciego de un filósofo.
Si una persona normal cuenta su experiencia fumándose un porro, lo más normal es que se limite a decir algo así como “jo qué risas” o “cómo he flipao, tío”.
Pero si la experiencia la realiza alguien como Walter Benjamin, la...

El ciego de un filósofo.

Si una persona normal cuenta su experiencia fumándose un porro, lo más normal es que se limite a decir algo así como “jo qué risas” o “cómo he flipao, tío”.
Pero si la experiencia la realiza alguien como Walter Benjamin, la cosa cambia.
El gran Benjamin, fascinado por Baudelaire y sus Paraísos Artificiales, experimentó por primera vez con el cannabis el 18 de Diciembre de 1927, a las 3:30 de la madrugada. Antes de que amaneciese, en el mejor estilo que corresponde a un verdadero y sesudo filósofo alemán, escribió un informe sobre su experiencia. He extractado algunas de las cosillas que redactó Benjamin tras aquel metafísico, primigenio ciego.
“Apariciones sobre mi hombro derecho. Escalofríos en esa zona. Tengo la sensación de que hay cuatro personas en mi habitación además de mí mismo. Me molesta tener que incluirme yo en el grupo. Aclaración de la anécdota del Potemkin. Por explicación. Por sugestión: presentar a una persona la máscara de su propia cara. Me viene a la cabeza la máscara de éter, la cual, obviamente, debería tener cara, nariz…etc. Las coordenadas del apartamento: sótano-suelo/línea horizontal. El espacio horizontal del apartamento se expande. Viene música desde unas habitaciones. Pero quizá el pasillo sea terrible, también. Voluntad ilimitada. Suspensión de la ansiedad compulsiva. El caracter “hermoso” se despliega. Todos los presentes se hacen cómicamente iridescentes. En el mismo momento siento que me impregna el aura. Evidencia poética en la fonética. Conexión. Distinción. Tengo la sensación de que soy un ser indistinguible en la medida en que mis fantasías no necesitan involucrarse profundamente en nada. Es algo parecido a la danza de la razón bailada por los dedos. Me asombra lo largas que son las frases que pronuncio. Esto está sin duda relacionado con la risa. Me viene a la cabeza la comparación con el libro Trauerspiel, o sea, el poder miniaturizante de la reflexión. Aversión a la información. Considerable sensitividad hacia las puertas abiertas, las conversaciones en voz alta, la música. Tengo la sensación de que entiendo a Poe mucho mejor ahora. Las puertas de entrada a un mundo de formas grotescas parece que se me abren ahora. Pero prefiero no entrar. La estufa se convierte en un gato. Menciono la palabra “gengibre” y de repente aparece un frutero sobre la mesa, que yo inmediatamente reconozco como la mesa de la cena. Pienso en las Mil y Una Noches. Mi mente vuelve a pasar por los mismos pensamientos de hace un rato. Solo que ahora todo está lleno de rosas”
En fin, ni Woody Allen hubiese parodiado mejor el hipotético ciego de un filósofo alemán. Pero es real. Escrito minuciosamente por mi admirado Benjamin.
Al menos Benjamin presentaba todo esto como una pura alucinación. Hegel lo hubiese publicado sin más. Y quizá una legión de cretinos lo hubiese analizado como si fueran visiones de sabiduría de una profundidad infinita.