Joludi Blog

Oct 30
Cretinismo.
Gregorio Marañón–El Doctor Marañón– era el sabio español favorito de mi abuelo. Era el sabio por antonomasia, el sabio que había entrado a formar parte de la cultura popular. Solo Ramón y Cajal o Menéndez y Pidal estaban a su altura. Mi...

Cretinismo.

Gregorio Marañón–El Doctor Marañón– era el sabio español favorito de mi abuelo. Era el sabio por antonomasia, el sabio que había entrado a formar parte de la cultura popular. Solo Ramón y Cajal o Menéndez y Pidal estaban a su altura. Mi abuelo no desaprovechaba ocasión para contarme interesantes anécdotas sobre el personaje. Y a mí se me quedaban grabadas.
Recuerdo bien que entre las hazañas del Doctor Marañon que yo escuchaba, estaba la visita que hizo este gran médico a la remota comarca de las Hurdes, allá por 1922. Marañon viajó hasta allí trabajosamente, en un largo periplo a caballo acompañado de Mauricio Legendre. El doctor estaba fascinado por las noticias que le llegaban sobre un cretinismo endémico en aquellas “Tierras Sin Pan”. Una dolencia ocasionada sin duda por la deficiencia de yodo en la alimentación, como Marañón efectivamente confirmó con su viaje.
El bocio y el cretinismo de las Hurdes con el que se encontró Marañon fue la última huella en Europa de una dolencia que se identificó por vez primera en 1786, cuando Horace Bennedict de Saussure viajó a los más remotos valles de los Alpes.
Saussure describe su llegada a una pequeña aldea de los Alpes franceses:
Pregunté a la primera persona que vi por el nombre de la aldea, y como no me respondía, pregunté a una segunda, y a una tercera, pero solo recibí un desesperante silencio o algunos balbuceos mal articulados. Esa gente me miraba con una especie de asombro estúpido, con sus enormes cuellos inflamados, sus labios partidos, sus párpados caídos, sus mandíbulas colgantes…era terrorífico. Parecía como si un espíritu maligno hubiese transformado a cada habitante en un animal idiota, dejando solo la forma humana como testimonio de que en un pasado habían sido hombres. Me marché con una impresión de miedo y tristeza que jamás se borrará de mi memoria”.
Aquellos hombres, en los que Saussure a duras penas reconocía a un miembro de la especie humana, eran sin embargo hombres ciertamente. Eran “cristianos”, como aún solemos decir en castellano para referirnos a un paisano cualquiera. Y así eran conocidos en aquellas tierras alpinas los que sufrían la terrible dolencia. Eran los “crestins”, o cristianos, en el dialecto de los Alpes. Y así quedó acuñado el nombre de la enfermedad: “cretinismo”.
En el siglo XIX, la ciencia médica descubrió la vinculación entre la ingesta insuficiente de yodo y el “cretinismo”. Y las autoridades sanitarias francesas comenzaron a hacer llegar hasta aquellos remotos valles alpinos las tabletas yodadas necesarias para acabar con el problema.
Sin embargo, curiosamente, y frente a todas las expectativas, el problema del cretinismo subsistió durante muchas décadas. No tanto como en nuestras Hurdes, donde como he dicho hubo que esperar hasta 1922 para confirmarlo, lo cual es escandaloso, pero sí durante mucho más tiempo del que cabría esperar.
¿Acaso no funcionaban las tabletas yodadas entre aquellas gentes de los Alpes? ¿Había otra causa o o factor, además de la deficiencia de yodo?
La respuesta es muy sencilla. Los “cretinos” de los Alpes se negaban a tomar las tabletas de yodo, porque sabían que su enfermedad les libraba del servicio militar, en unos tiempos en los que el ejército francés parecía tener una insaciable necesidad de carne de cañon. Salvarse de la muerte era tan sencillo como no tomar la condenada tableta.
Así que después de todo, aquellos “cretinos” de los Alpes quizá no eran tan cretinos como Saussure pensaba. Y cabe pensar si los “animales idiotas”, los infrahombres a los que se refería el autor de Voyages dans les Alpes, no eran más bien los que promovieron y participaron en las incontables carnicerías bélicas europeas de los últimos siglos, más bien que estos “cristianos” de las montañas, que, con sus mandíbulas caídas y miradas estúpidas, fueron suficientemente listos como para librarse siglo tras siglo de las matanzas que asolaron Europa.
Hay quien piensa también, desde otro punto de vista, que se hubiesen podido formar magníficas unidades bélicas con aquellos cretinos alpinos de aire tan terrorífico que asustaron a Saussure. ¡Qué idea! Regimientos solo de cretinos, mandados solo por cretinos…Sin duda una fuerza invencible por su fe ciega en la victoria, su obediencia absoluta a las órdenes y su gran “esprit de corp”.
Además, nadie sería capaz de anticipar sus tácticas y estrategias. Hubieran sido invencibles tal vez.