Joludi Blog

Ago 8
Menos Prozac.
La depresión es una enfermedad terrible, la mayor causa de incapacidad que existe en el mundo laboral, el factor que impulsa al suicidio a una persona cada 40 segundos en este bendito planeta. Quien la padece, no recibe precisamente...

Menos Prozac.

La depresión es una enfermedad terrible, la mayor causa de incapacidad que existe en el mundo laboral, el factor que impulsa al suicidio a una persona cada 40 segundos en este bendito planeta. Quien la padece, no recibe precisamente apoyo y soporte de los demás, como es el caso en cualquier otra dolencia grave, sino distanciamiento, incomprensión y, a lo sumo, frases estúpidas del tipo “venga, tienes que hacer algo por salir de ese estado”. 

Y lo peor es que, hoy por hoy, quien sufre de depresión, tampoco tiene muchos motivos para confiar en la ciencia médica. 

Ocurre que los inhibidores de la recaptación de la serotonina (Prozac…) ya está probado que no resultan eficaces en la mitad o casi la mitad de los casos, pese al inmenso negocio que han hecho y hacen con esas “medicinas” las big pharma…

¿Cómo es posible? ¿Cómo puede seguir siendo negocio una medicina que no funciona y que sin embargo se prescribe cada día para decenas o cientos de millones de personas? ¿Por qué está en el mercado si no funciona? 

Muy sencillo. Es la falacia (o fraude, si prefieres llamarlo así, al menos clarísimo fraude intelectual) de la información selectiva, unida a la implacable potencia de la maquinaria económica del gran negocio farmacéutico internacional. 

Las multinacionales hacen estudio tras estudio para comprobar la eficacia de una sustancia (la fluoxetina, pongamos por caso). Cuando los resultados son negativos, se guardan en el cajón los datos. Y cuando son positivos, se los presentan a las autoridades para la aprobación de la nueva medicina (el Prozac, digamos) avalada por tres o cuatro investigaciones de las muchas que ha emprendido la empresa creadora. Eso hace que se aprueben y salgan al mercado sustancias que objetivamente son poco más eficaces que el placebo y que solo el azar (al servicio de una voluntad avariciosa) ha dotado de una cierta apariencia de eficacia. Es increible, pero es así.

Afortunadamente, ya existen estudios independientes que están sacando a la luz la verdad sobre estas y otras presuntas panaceas contra la desdicha que apenas funcionan, si no es para enriquecer a las multinacionales. Y lo que es mejor, empiezan a atisbarse nuevas soluciones para la depresión basadas no en mantener altos los niveles de serotonina, sino los del glutamato, que se revela ahora como el neurotransmisor clave en los mecanismos de motivación, memoria y plasticidad neuronal. Hay una nueva gran esperanza para los depresivos por este camino. Y también la hay en los tratamientos basados en estimulación eléctrica craneal o transcráneal, que están produciendo resultados milagrosos y casi instantáneos en muchos enfermos de depresión grave. El problema, en relación con este tipo de estimulación eléctrica contra la depresión y los impulsos suicidas, es que no representa una vía de ingresos astronómicos para las farmacéuticas, como lo ha sido el Prozac. Y eso, por lo que vamos viendo, es fatal para el desarrollo de una terapia…


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