Visitando una maravillosa aldea agrícola del interior de Ceylán, cerca de Habarana, nos agasajaron con un plato sencillo pero delicioso. Doy la receta para quien se atreva a prepararlo en casa. Simplemente hay que triturar en el mortero, muy fina, la carne blanca de un coco normal, sin pellejo, previamente puesta un poco a remojo en agual caliente, para ablandarla. Luego se mezcla con guindilla y cebolla igualmente trituradas de forma muy fina. Se añade a la mezcla el jugo de un par de limones y un poco de sal. Esto se come con una exquisita torta de maiz como la que nos preparó Lusita, hecha con la harina que obtuvo, moliendo a mano, en una pequeña muela de piedra que también nos mostró en la cabaña. Es un delicioso sambol. Y mientras disfrutábamos en aquella arcadia feliz, a la sombra del tejado de palma, de este sencillísimo manjar, recordé unas palabras que había leído el día anterior, pronunciadas por un poeta y filósofo local de principios del siglo XX, Ananda Kumaraswamy. Este intelectual, cuando testificó ante la comisión Manning, pronunció estas frases proféticas dirigidas a los invasores británicos:
“Coged lo que queráis de este país, pero por favor no corrompáis o destruyáis la hermosa cultura cingalesa que sobrevive en las aldeas. Porque algún día, cuando vuestras avariciosas y egoístas políticas, destruyan este mundo tanto material como espiritualmente, la respuesta para reconstruirlo podrá encontrarse tan solo en la bella filosofía cingalesa”.