Me dicen que el prestigio de las instituciones, de los partidos, de la política…se está derrumbando. Muy bien usada la palabra. Porque, etimológicamente, todo prestigio es ficticio y está condenado a la súbita disolución. Prestigio viene de praestigia, que era la forma de llamar en latín a los juegos de prestidigitación; presto agere, mover rápido, hacer jueguecitos de manos.
Para nuestros antepasados, una cosa prestigiosa era tan solo un efecto hecho con artes de prestidigitación, y por tanto una cosa esencialmente engañosa, de verosimilitud prestada.