Joludi Blog

Nov 22
Elixir de la Juventud.
Si existe algo parecido al elixir de la eterna juventud, eso sería la encima telomerasa. Parece comprobado que la aportación de dosis masivas de esta encima produce una ralentización de los procesos de envejecimiento.
El...

Elixir de la Juventud.

Si existe algo parecido al elixir de la eterna juventud, eso sería la encima telomerasa. Parece comprobado que la aportación de dosis masivas de esta encima produce una ralentización de los procesos de envejecimiento.
El problema es que elevar los niveles de telomerasa tiende a producir cáncer. Y no parece buena idea pagar el precio de un cancer mortal a cambio de unos años de retraso teórico del envejecimiento.
Pero ahora, se ha descubierto la TAT2, una sustancia que eleva la producción de Telomerasa sin alterar el DNA ni, por tanto, aumentar la posibilidad de cáncer.
Aún se está experimentando con TAT2, pero algo indica que quizá la Humanidad no esté demasiado lejos de afrontar el último de los desafíos; el desafío de la muerte. Quizá ya estamos casi preparados para ello. Pero solo desde el punto de vista bioquímico. Porque está por ver cómo nos las arreglamos socialmente–y moralmente– en un mundo sin envejecimiento.
Porque el drama es que quizá la ciencia encontrará pronto la clave para bloquear el proceso de envejecimiento biológico, pero otra cosa bien distinta es que encuentre una solución al envejecimiento del alma, si se me permite la expresión. Para eso, no creo que exista ninguna posibilidad en el campo de la bioquímica. Y ahí está la madre del cordero, como quien dice. La mitología romana ya nos proporciona una hermosa metáfora de este problema cuando nos habla del deseo formulado por la Sibila de Cumas al dios Apolo: vivir tantos años como granos de arena tenía en cada mano.  Apolo le concedió el deseo, pero a sabiendas de que Sibila se había equivocado al no incluir en dicho deseo la condición de mantener la juventud. Sibila vivió pues nueve largas vidas humanas, pero al final ya solo era la sombra de sí misma; solo era un ser consumido, al que únicamente le quedaba la voz.  No obstante, esas nueve vidas le dieron al menos ocasión de escribir los famosos nueve libros sibilinos, llenos de críptica y profunda sabiduría, que son los que han dado origen a nuestro adjetivo “sibilino”, como sinónimo de algo sumamente sutil.