
Economía y etimología en la ruta hacia el colegio.
De camino al colegio me pregunta mi hija pequeña sobre la crisis económica. Parece que este tema ya ha llegado a las conversaciones infantiles. Qué terrible.
Mi hija quiere saber por que ahora vamos a ser todos pobres, mientras que antes parecía que ibamos a ser todos ricos, si no ha cambiado en el mundo. Las fábricas no han desaparecido, las máquinas no se han roto, los árboles no se han quemado… Por qué ahora todo tiene que ir tan mal–me pregunta–si todo es lo mismo que antes. ¿Qué ha pasado para que haya esta crisis? ¿Es que alguien se ha llevado el dinero que teníamos?
Vaya pregunta. Cuando te plantea tu hija algo así en la ruta al colegio, y solo tienes unos ocho escasos minutos para contestar, te sientes de verdad agobiado.
Porque, además, la respuesta es complicadísima. Da igual que hayas estudiado economía muchos años. O que hayas tratado de documentarte todo lo posible. Te viene irremisiblemente a la cabeza aquella frase de Max Planck, el genio de la física cuántica, que decía que no había estudiado economía porque le parecía muy difícil…(¡a Max Planck!)
Solo se me ocurre decirle a Marta que esto es un problema de locura colectiva. Al igual que una persona puede pasar de ser feliz a ser infeliz sin que cambie aparentemente nada, también las sociedades pueden enloquecer y dejar de hacer bien las cosas económicas, sin que apenas cambie nada del mundo real.
La locura que está ocasionando la crisis es la locura de dejar de “creer” en los demás. Porque, en lo económico, nadie ya cree en nadie. Eso significa que no hay “crédito”, una palabra que deriva del verbo “creer”. Si no hay crédito, las fábricas se paran, los proyectos se echan a perder, la gente se desmotiva y toda la economía se desmorona. Otro ejemplo de que la etimología tiene la pista de casi todo.
Dinero hay. El mismo dinero que antes (si hablamos de papel moneda). Pero lo que no hay es crédito, que es otra forma de dinero mucho más importante. Ese es el dinero que ha desaparecido de golpe. Y su desaparición nos hace a todos mucho más pobres y a la economía mucho más ineficaz.
–¿Por qué no se fabrica entonces más dinero?–Me pregunta Marta cuando estamos a punto de llegar ya al cole. Y antes de que yo me disponga a dar una charleta sobre la inflación y sus desastres, ella reacciona.
–Ah, ya se, eso sería hacer trampa…
Y con esto termina el análisis económico matinal. Menos mal.