Joludi Blog

Sep 24
El Mall.
Nairobi es la ciudad más fea y triste que conozco. Pero quizá esa sensación se deriva de su enorme contraste con el resto de Kenya. Lo mejor que se puede hacer al llegar a Nairobi es, como decía Twain de Tanger…salir corriendo. Salir...

El Mall.

Nairobi es la ciudad más fea y triste que conozco. Pero quizá esa sensación se deriva de su enorme contraste con el resto de Kenya. Lo mejor que se puede hacer al llegar a Nairobi es, como decía Twain de Tanger…salir corriendo. Salir corriendo hacia Nakuru, hacia Naiwasha, o hacia Masai Mara. Hacia cualquier lugar de ese paraíso de vida e intensidad sensorial.

Es Nairobi, sin embargo, solo un poblachón caótico, contaminado, oscuro y bastante frío, que nació apenas hace un siglo, como conjunto de barracones que los trabajadores del ferrocarril instalaron junto a una fuente o riachuelo, de ahí el nombre.

No tiene Nairobi verdaderas calles en el sentido europeo de la palabra. Ni monumentos. Ni casas coloniales. Solo unos cuantos sórdidos edificios de oficinas, hoteles y centros administrativos. Y en los alrededores, inmensos bidonvilles…La casa de Isak Dinesen es una excepción. Un bello oasis en las afueras elegantes con toda su fuerza evocativa intacta.

Pero, eso sí, como ocurre en muchas ciudades del Tercer Mundo, no quiere privarse Nairobi, aunque sea de forma testimonial, de algún espantoso centro comercial al estilo occidental, con las mismas tiendas y franquicias que podemos encontrar aquí. Y con la misma atmósfera consumista y vulgar.

Es la nefasta obsesión del mundo emergente por el “mall”, ese invento anglosajón, perfeccionado por los franceses, que tiene el nombre de un juego italiano parecido al criquet y que se jugaba en un elitista parque londinense: el pall mall, de palla, pelota y maglio, martillo, como el latín malleus. Pero a mí me suena mal. A mal.

El occidentalizante mall de Nairobi se llama en efecto Westgate, muy propiamente, y hace apenas un año, tuve que ir allí en busca de un teléfono móvil local. Nos llamó mucho la atención que nos registrasen minuciosamente, metralleta en mano, al entrar en el centro, mientras nuestro taxista nos esperaba en la puerta (solo en Jaffa hemos sufrido un control tan riguroso en este tipo de centros). Entramos allí con el alma un poco encogida. Compramos dentífrico y una tarjeta sim prepagada del operador local. Y salimos tristes. Pero no tan tristes como ahora estamos al conocer esa matanza que solo llevará nuevas dosis de dolor, pobreza y represión al país que ya es, entre todos los que conocemos, el que mas amamos.

Cuando llegas a Kenya, esa gente increíble que son los kenyanos te reciben a menudo cantando. Hay una especie de himno especial para agasajar con música a los visitantes; es el Hakuna Matata o Jambo Bwana. Sus últimos versos dicen que Kenya es un bello país (nzuri nichi) y un país pacífico (nichi ya maajabu).  Es una pena que unos cafres se empeñen en que lo último no se cumpla del todo. Contra lo primero no pueden hacer absolutamente nada.


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