Keep hungry.
Se habla mucho estos días sobre una investigación que parece haber probado la fuerte correlación entre miseria y bajo cociente intelectual. Pero lo terrible es que es en esa correlación se ha encontrado una clara causalidad. La miseria crea estupidez. Y la pobreza nos hace tontos.
En realidad es algo muy simple de entender, si se mira bien. La obsesión por el sustento actúa como limitador cognitivo. Pensar todo el tiempo en la supervivencia va anulando la capacidad de razonar y pensar creativamente. La necesidad puede que aguce el ingenio, pero el hambre propiamente dicha lo neutraliza. Eso es lo que parece probar la mencionada investigación. No hacía falta un gran estudio para comprenderlo.
La única forma de hambre que tal vez estimula el talento y a la lucidez es el hambre intelectual. Esa forma de hambre a la que se refería Steve Jobs en su famoso discurso de Stanford.
Por lo demás, es la pobreza la causa de la estupidez. Y no es en modo alguno al revés, pese a lo que a veces se nos quiere insinuar por parte de esos valedores de la falacia infame de la igualdad de oportunidades que tan eficazmente consolida la desigualdad del mundo.
Al Sistema le interesa mantener la escasez. Porque es de la escasez de donde surge la ignorancia y la necedad. Y de la ignorancia y la necedad nace la sumisión.
