Estadística.
Marta no sabe qué cosa estudiar. Ella quiere hacer algo que tenga “futuro” (contrariamente a mis recomendaciones, que se centran en decirle que haga solo aquello que de verdad le guste). Le digo que si lo que busca es “salidas”, se centre por ejemplo en estudiar estadística, que es lo que más oportunidades parece ofrecer en este extraño mundo que estamos creando. Le explico que, por ejemplo, la mayor empresa del mundo, en estos momentos, no es ni petrolera ni automovilística ni financiera, sino estadística. Me estoy refiriendo a Google por supuesto. Que no es un buscador. Ni una empresa de informática. Es una empresa de estadística y solo una empresa de estadística. Se dedica a analizar un mar de datos estadísticos que tú, yo y unos cuantos miles de millones más les regalamos, y a convertirlos en un océano de dólares…para ellos.
Estadística, algoritmos de análisis en ciencias sociales, “big data”…esto parece ser lo que tiene de verdad “futuro” en términos académicos. El “big data” es ya un tema candente en la mejores universidades del mundo. La York University, de Canadá, por ejemplo, acaba de lanzar un Master en Business Analytics, donde los ingenieros y matemáticos se dan atracones haciendo modelos no para entender la realidad, sino simplemente para preverla y, sobre todo, para rentabilizarla.
Este es por cierto el drama de la estadística, que no ayuda a comprender las cosas, sino simplemente a manejarlas, tal como anticipaba el editor de Wired hace algunos años, quien decía, ay, que si las cosas siguen así, la estadística sustituirá a la teorización científica. Parecía una majadería cuando lo dijo, pero va camino de hacerse verdad.
La verdadera ciencia triste, sombría, la dismal science no es la economía, como dijo Carlyle, oponiéndola a las humanidades y a la gaya, la alegre ciencia del espíritu humano y el arte, sino la vil, pero omnipresente estadística.
