Lo corny.
Los ingleses, o más bien los norteamericanos, utilizan el adjetivo corny para referirse a cualquier cosa que participe de un código de valores estéticos impregnado de sentimentalismo elemental, tópicos más o menos enternecedores, estilo relamido y más bien kitsch, artificiosidad y emotividad a la antigua usanza. En cierto sentido lo corny sería el polo opuesto de lo cool.
Hay música corny, hay pintura corny, hay poesía corny, hay literatura corny…
Y sobre todo hay publicidad corny, porque en el ámbito de la creación publicitaria suele ser muy rentable invertir en sentimentalismo primario y hacer caja a partir de las querencias y debilidades ancestrales del corazón humano.
El término inglés se deriva, curiosamente, de corn, maiz, porque en Estados Unidos, nada hay más “corny” que el mundo de los granjeros de la norteamérica profunda. Al parecer, además, en los años 30 del siglo pasado, en ese Midwest de inmensos maizales, tenían mucho éxito los cómicos itinerantes que representaban obras de teatro sensibleras y primarias.
Mientras oímos en casa, en una madrugada gélida tras un interminable día de duelo, el infame anuncio de la lotería, le explico a Marta que estamos ante un ejemplo arquetípico y arquetópico de la publicidad cornie. Un modelo. Debería estudiarse en la universidad, no solo para ilustrar la debilidad de algunos publicitarios por lo corny sino también a los efectos de mostrar cómo es posible hacer una campaña multimillonaria sin otro método que el de amontonar un tópico encima de otro, en la forma más mediocre y carente de gracia que se pueda concebir.
Pero mi hija me ha respondido mostrando su desacuerdo. Reconoce ella que el spot ha sido objeto de gran chanza en la redes sociales. Incluso me muestra alguna hilarante versión del mismo con banda sonora del Rey León. Pero dice, para mi gran consternación, que el spot de marras tampoco le parece tan mal. Y que puede que sea muy corny, como yo sostengo, pero es en todo caso tan corny como la Navidad misma. Y no hay nada tan corny como la Navidad, me aclara. Lo tomas o lo dejas.
El caso es que pensándolo bien, Marta tiene razón. Si la Navidad es corny, el spot que la anuncia también debe necesariamente serlo. Es de una lógica aplastante. Aceptemos el hecho. Igual que aceptamos y vemos natural que los funerales sean necesariamente fúnebres. O que las cartas de amor sean, se há amor, necesariamente cursis, tal como nos recordaba Pessoa (pero también decía Pessoa, por cierto, que “afinal, só as criaturas que nunca escreveram cartas de amor é que sao ridículas”)
Tal vez. En cualquier caso yo detesto lo corny. Y como reconozco que la navidad es la quintaesencia de lo corny, voy a pasar estos días muy lejos. Lo mas lejos posible. A un lugar donde me resulte un poco más fácil olvidar este año tan amargo, tan lleno de adioses y vacíos, sin sufrir además la amenaza atmosférica de lo corny. A un lugar suficientemente cool. Ya pensaré cuál.
