Se va a hablar mucho en los próximos días sobre un estudio realizado por el profesor Larry J. Young y publicado en Nature.
Young parece haber probado en laboratorio, con cobayas, algo que a lo que ya me he referido aquí en otras ocasiones. A saber, que el amor romántico es un simple desajuste químico, un exceso de oxitocina en la mujer o de vasopresina en el hombre.
Según esto, bastaría un simple tratamiento para arreglar un matrimonio en crisis o devolver los mejores momentos de romanticismo a una pareja aburrida.
Lo interesante del estudio es que también parece abrir el camino a la ingeniería inversa. Es decir, si el amor es un asunto químico, el desamor también debería serlo. No tardarán por tanto en comercializarse pastillitas que le permitan a uno dejar de obsesionarse por la persona amada. Una bendición.