Joludi Blog

Ene 19
Eudemonólogos, Megapsicos y Mahatmas.
¿Es el fin de la existencia humana la conquista de la felicidad, ese arco iris que se nos escapa de las manos justo cuando parece que ya lo hemos alcanzado? La respuesta obvia es que sí. ¿Qué otra cosa podría...

Eudemonólogos, Megapsicos y Mahatmas.

¿Es el fin de la existencia humana la conquista de la felicidad, ese arco iris que se nos escapa de las manos justo cuando parece que ya lo hemos alcanzado? La respuesta obvia es que sí. ¿Qué otra cosa podría justificar la existencia si no es la conquista del contento?

Pero yo creo que una respuesta así es perfectamente discutible. Hay mucha gente que renuncia voluntariamente a la felicidad a cambio de un sentido más profundo de la satisfacción personal. Busca algo más relacionado con la autoimagen y la autoestima que con la pura satisfacción, en el sentido más vulgar de la expresión.

El primero que vio, con enorme sutileza, esta relación entre autoestima y sentido de la vida fue Aristóteles. Para él, la felicidad profunda y duradera solo podía ser la sensación de ser admirados por alguien que nos estuviese contemplando permanentemente. A esta sensación, a esta idea aristotélica de felicidad, el Estagirita la llamó “eudemonía”, es decir, sentirse confortablemente observado por un imaginario ángel (demon) bueno (eu).

Los traductores de la sabiduría clásica identificaron sin más la eudemonía aristotélica con el concepto vulgar de felicidad, lo cual es una terrible simplificación. Y de hecho, en nuestros tiempos, a todos los que estudian la felicidad se les denomina “eudemonólogos”, haciendo abuso de un término con significado muy específico, que no resiste fácilmente la extensión.

Aristóteles, además, daba un calificativo especial a las personas que conseguían “eudemonía”. Las llamaba “megalopsicos”, es decir, “almas grandes”.

Es muy curioso que en la cultura india también se llame, desde tiempo inmemorial, “almas grandes” a las gentes que han conquistado esa forma especial de la felicidad que es la autoestima.

En sánscrito, “alma grande” se dice “maha atma”, es decir, “mahatma”.