Joludi Blog

Ene 20
Embeó e Majaró Lucas.
He hojeado con deleite este fin de semana una edición facsimil del Diccionario Gitano-Español de Tineo Rebolledo. A través de sus autorizadas páginas, escritas hace un siglo justamente, uno va comprobando la gran cantidad de...

Embeó e Majaró Lucas.

He hojeado con deleite este fin de semana una edición facsimil del Diccionario Gitano-Español de Tineo Rebolledo. A través de sus autorizadas páginas, escritas hace un siglo justamente, uno va comprobando la gran cantidad de contribución léxica que ha hecho la raza calé al lenguaje popular y que aún se usan mucho en la calle. Hay innumerables palabras gitanas que seguimos utilizando normalmente, quizá sin saber su origen: piltra, encalomar, privar, palmar, jarana, chalao, chabal, chachi, pulir, curda, currelar, asobar (dormir), junar (aunque originariamente este término significaba escuchar, más bien que ver), camelar (que tiene un fabuloso pedigree sánscrito pues está relacionada con la raíz “kama”, de dónde kamasutra, por cierto)…

Hay en ese pequeño pero maravilloso diccionario docenas de palabras más que no había escuchado desde que, muy niño, iba con mi padre al Rastro los domingos temprano y le escuchaba hablar con los chamarileros.
Lo curioso del léxico gitano es que la mayoría de las palabras no parecen tener ninguna relación lingüística con otros idiomas. Por lo menos no a primera vista. Quién puede imaginar que “eterna” se dice en cañí “delta”, o que una junta es una “catesca”, o que un vagabundo es un “bochacay”…
Es todo muy misterioso. El gran George Borrow también se sintió fascinado por este extraño léxico. Y tuvo la santa paciencia de traducir a la lengua caló nada menos que el Evangelio de Lucas (“Embeó e Majaró Lucas”) . Por lo visto lo hizo con una extraña precisión gramatical y lexicográfica. Realizó la notable tarea con ayuda de un niño gitano español al que llamaba “Ambrose Smith”.
Me gustaría saber mucho más sobre la lengua gitana y sus secretos. Es curioso que el gran Mezzofanti, el portentoso políglota y lingüista de la Universidad de Bolonia, que dominaba 32 idiomas con fluidez, tenía una indudable preferencia por el gitano entre todos los idiomas o dialectos que hablaba. De hecho, cuando Mezzofanti enloqueció, en 1832, comenzó a expresarse mezclando usualmente en su desvarío todos los lenguajes que conocía, en una patética y babilónica confusión. Sin embargo, jamás llegó a mezclar el gitano con otro lenguaje. Y cuando, en un episodio de lucidez, arrancaba a hablar en gitano, no se confundía nunca. Posiblemente murió en gitano, diciendo sus últimas palabras en caló.