
Poderoso Caballero.
El dinero no puede comprarlo todo. Por ejemplo, a priori no puede comprarnos el cielo. Tal vez. Pero con suficiente dinero se puede incluso hacer algo más: se puede llevar a los altares a prácticamente cualquiera. Esto lo demostró el Opus Dei. A cambio de refinanciar el inmenso agujero que dejó el Banco Ambrosiano, la poderosísima Obra arrancó de Juan Pablo II el compromiso de mover el tema de Monseñor, de agilizarlo un poquillo. Y así fue. El oscense subió a los altares con el turbo puesto. El Opus consolidó la idea de la prelatura propia y además colocó a Navarro Valls como comisario político del Sumo Pontífice. Y lo triste es que ni siquiera la izquierda italiana se atrevió a mantenerse ajena al escandaloso arreglo. Incluso a D’Alema y a Veltroni se les vio por Piazza San Pietro durante la celebración. No se atrevían a contrariar a la Obra. Poderosísimo caballero es don dinero. Señor del cielo y tierra.
Por cierto, el turbosanto tenía una curiosa manía, que los psicoanalistas deberían estudiar con detalle. Se pasaba el día acariciando su anillo, toqueteándolo. Otro malvado ilustrísimo y no menos “baciapile”, el diabólico Andreotti, hacía exactamente lo mismo, muy a menudo. Su secretaria afirmaba que cuando hacía eso, había que interpretarlo cómo que “il divo Giulio” no creía en absoluto en lo que estaba diciendo…
Escrivá lo hacía todo el rato.