Joludi Blog

Ene 29
La Papisa Juana.
Uno de los episodios más sorprendentes de la Historia de la Iglesia Católica es el que protagonizó una mujer de una noble familia inglesa que viajó a Europa disfrazada de monje, allá por mediados del siglo IX. Por una serie de...

La Papisa Juana.

Uno de los episodios más sorprendentes de la Historia de la Iglesia Católica es el que protagonizó una mujer de una noble familia inglesa que viajó a Europa disfrazada de monje, allá por mediados del siglo IX. Por una serie de casualidades, entró esta mujer a formar parte del consejo de un importante cardenal de Roma. Y, se crea o no, por efecto de increibles carámbolas e intrigas en la Curia, acabó siendo nombrada Papa, y se sentó en el solio pontificio
Este Papa travestido gobernó la Iglesia durante dos años (856 y 857). Y parece que no lo hizo nada mal. Pero, en el curso de un desfile, tuvo una caída de la silla gestatoria y, mira por donde se descubrió el pastel, pues allí mismo, en medio de la calle se puso a dar a luz. La multitud paso de las ovaciones a la cólera. Y la Papisa Juana fue linchada sin piedad.
La Iglesia trató de borrar este episodio de sus anales como buenamente pudo. Incluso un Papa posterior tomó el nombre de Juan VIII para que no quedase ni rastro de la Papisa. Sin embargo, no se puede cancelar totalmente la Historia, y quedan toda clase de recuerdos indiscutibles de este curioso personaje (como la lista que figura en la Catedral de Siena, por ejemplo).
Los enemigos de Roma, en cambio, no dejaron de sacar a la luz esta chusquísima historia que epitomizaba óptimamente la idea de la “Prostituta de Babilonia”. Incluso el tema sirvió de punto de partida a una deliciosa teoría que cobró carta de naturaleza merced a fuentes autorizadísimas, como, nada menos, Guillermo de Ockham.
Sostenía el gran Ockham y así se ha creído durante mucho tiempo en muchos ámbitos, que desde el episodio de la Papisa Juana, todos los Papas recien nombrados, se sometían en secreto a una especie de test de virilidad. Se sentaban los Papas delante de los cardenales en la famosa silla de pórfido de San Juan en Laterano (una especie de extraño bidé o retrete de origen romano que áun hoy pueden ver los visitantes). Y entonces un diacono palpaba discretamente a Su Santidad para comprobar de primera mano su virilidad. En caso de que el test fuera positivo, el diácono proclamaba la buena nueva:
–Testiculos habet!
Y entonces, la multitud de cardenales respondía jubilosa:
–Deo gratias!
Tal cual. Esta ceremonia se ha tenido por cierta, aunque secreta, durante muchos siglos. Y cada vez que se mostraba la mencionada silla de pórfido en la iglesia de San Juan en Laterano, con su gracioso agujerito en el asiento, y donde, en efecto, por tradición se han ido sentando un ratillo los sucesivos Papas, la gente evocaba el divertido ritual secreto.
Lo cierto es que en siglo XVII un documentadísimo historiador protestante, David Blondel, estudió pacientemente el tema y llegó a la conclusión de que la jocosa ceremonia no tenía ningún fundamento. Era simplemente una leyenda.
Qué lástima. Porque mira que era divertida. Se merecía un poco de verdad.


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